Mica, joven vendedora de dulces, busca oportunidades en un mundo ancho y ajeno

Esta es una historia de ficción: Micaela es una joven que busca un trabajo seguro para ofrecer una mejor vida a su familia. Mientras la falta de oportunidades dice ¡presente!, los privilegiados hijos de políticos gozan de altos cargos sin mover un dedo.

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Llegar a casa, con bolsas llenas de mercaderías y una sonrisa no tan preocupada por lo que se va a comer mañana, es el sueño más grande de Micaela. La jovencita había terminado el colegio y, después, se dedicó a vender dulces de maní, pues seguir una carrera pasó a segundo plano, ya que la pobreza y la falta de oportunidades se aliaron para levantar una barrera contra su gran sueño que es ser abogada.

Suena la alarma, los dulces a la canasta y la chatita por los pies, es un día más de venta para Mica y ella cuenta con la esperanza de que la gente, ya indiferente ante los “vendedores pesados”, tenga piedad y un poco de hambre para comprar sus barritas de maní. La chica anda rondando por las calles, con su amigo Luis, el vendedor de periódicos, y la joven jamás transmitía la angustia de que la ganancia de hoy será lo que sostendrá a una mamá enferma y a dos hermanos pequeños.

Un día normal de ventas en la calle, Mica encontró un cartel que decía “Feria de trabajos”; en ese instante, la chica sintió una emoción enorme en su pecho y parecía que su corazón cantaba “esta es mi oportunidad”. Por tanto, Micaela se puso las pilas, pues pensaba: “Necesito vender mucho para imprimir mi currículo y, al menos, pedir prestada esa linda camisa que tiene la hija de Ña Carmen para el día de la feria".

Mientras la joven forma la fila bajo el sol, junto a miles de chicos con la mismas necesidades, la palabra “parar” se borró de la mente de Mica, ya que solo le invadía la idea de que si la contrataban, también podría pagar su estudio de derecho.

Pasaron meses de la feria y la espera fue infinita, pues nadie la llamó. Mica no deja de tocar puertas para encontrar algún trabajo, ya que su familia es motivación suficiente y, además, Luis siempre la alienta; eso sí, ella no niega la salida a sus sentimientos, pues, a veces, no puede desenchufarse de su triste realidad.

A Mica solo le queda no rendirse y descargarse de vez en cuando sobre el hombro del canillita Luis, mientras él le lee algunos artículos del diario, pues a la joven le encanta escuchar sobre lo que pasa en su país, aunque sean las injusticias las que sobresalen. Micaela escuchó la noticia del día y respondió: “Privilegios y ropas de G. 7.000.000 para unos y largas filas bajo el sol para otros, ¡qué locura! La igualdad de oportunidades no tiene cabida en mi país; ojalá un día se tenga en cuenta la predisposición y no el apellido o la clase social”.

La noticia que Luis leyó exponía: “Hijos de políticos estudian en el exterior y visten ropas y medias de marcas que cuestan millones. Además, gracias a un apellido, a la desigualdad y al tráfico de influencias, jóvenes parientes de autoridades gozan de privilegios sin concursos, largas filas ni esfuerzo”. Mica miró al cielo, como reprochando al destino por no haber nacido en una sociedad con justicia social.

Por Andrea Parra (18 años)

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