Micaela cambió el cálido entorno familiar por libros y apuntes universitarios

Esta es una historia de ficción: Micaela es una joven de San Juan Bautista. A sus 19 años, luego de terminar el colegio, tomó la decisión de mudarse de su casa para vivir en Asunción, pues era la única manera de que pudiera estudiar adecuadamente.

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Luego de estudiar para el ingreso por varios meses, Micaela logró acceder a la Facultad de Ingeniería en la UNA. Sus padres decidieron apoyarla desde el principio y, a pesar de no tener mucho dinero, le dieron todas las herramientas para que pudiera estudiar, aplicar a una beca y la consiguió.

Lastimosamente, el trayecto desde su casa hasta la facultad sería muy extenso y no podría llegar a hora a las clases; por ende, tomó la decisión de mudarse junto a una tía para ahorrar algunos gastos e invertir más tiempo en sus horas de aprendizaje. Todos los días se comunicaba con su mamá y la ponía al tanto de sus actividades, hablaba con sus hermanitos y también con su papá, quien siempre le decía que no se preocupara por otra cosa que no fuera estudiar.

Algunos días, Micaela se sentía cansada, harta de la ciudad y de la manera en la que estaba viviendo todo. Extrañaba a sus hermanitos quienes siempre la recibían entre bromas y juegos al llegar del colegio, la comida de mamá era lo único que quería comer, nada le parecía lo suficientemente rico como las recetas hogareñas. También extrañaba a su papá, con quien todas las tardes se sentaba a tomar tereré y le contaba sus actividades cotidianas. En días así, se encerraba en su pieza a llorar, deseando dejar todo y volver a su casa para poder estar con su familia nuevamente.

Con el paso de los meses, Micaela sentía más la ausencia de su familia, estar apartada de sus seres queridos la afligía bastante; sin embargo, saber que el sacrificio de no verlos por un tiempo valdría la pena al poder mejorar su calidad de vida, la reconfortaba y le daba ánimos de seguir.

Llegaban los exámenes finales, Micaela se encerraba en la biblioteca de la universidad para poder estudiar, sacar las mejores calificaciones posibles y no perder su beca. Sabía que cuanto más rápido termine sus exámenes, más pronto podría volver a encontrarse con sus familiares durante las breves vacaciones.

En uno de esos días en los que sentía que no podía más y que la presión la estaba superando, llamó a su madre y le dijo que iba a dejar todo e iría de nuevo a su ciudad natal. La mamá trató de calmarla diciéndole que todos estarían ahí para ella, pero que debía quedarse, pues solo faltaban unas semanas para terminar el año y volver a encontrarse.

Al llegar la hora de rendir su último examen, sintió mucho pánico y se bloqueó mentalmente, por lo que no podía recordar lo que había estudiado. En ese momento, recordó las reconfortantes palabras de su madre, logró calmarse y completó exitosamente su hoja de evaluación.

Al recibir sus notas finales, se dio cuenta de que su mamá tenía razón, pues, por fin, podía ir a encontrarse de nuevo con sus seres queridos con la alegría de haber aprobado todas sus materias.

Por Divina Alarcón (18 años)

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