Este lunes, un ciudadano de Fernando de la Mora denunció a través de internet que unos obreros de la Essap se encontraban reparando un caño sin los equipos de trabajo correspondientes. Según el informe, los albañiles estaban descalzos, otros en zapatillas; tampoco contaban con cascos protectores, guantes ni mazos. Estas precariedades se presentan tanto en los sectores públicos como en los privados.
Muchos albañiles se despiertan antes de que cante el gallo para poder llegar al lugar de la construcción y entregar toda su fuerza física a fin de preparar la mezcla, lanzar ladrillos o martillar el asfaltado hasta la tarde. Sin embargo, algunos de ellos están expuestos a varios accidentes, pues no cuentan con los equipos de protección.
Seguramente, todos los días pasás frente a alguna obra y observás cómo algunos albañiles se esfuerzan arduamente de sol a sol sin siquiera usar botas, cascos o manoplas. Lastimosamente, se volvió habitual ver que ellos laburen en esas precarias condiciones, pues no existe el control pertinente por parte de la Municipalidad o el Ministerio de Trabajo.
Muchos piensan que los oficios de construcción o reparación son para personas de clase social muy baja y sin educación; por eso, se las menosprecia. Es una pena ver cómo algunos obreros trabajan de una forma inhumana, pues, a pesar de las precariedades, logran hacer maravillas para entregar una edificación a tiempo.
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Don Juan, el ayudante albañil, sabe perfectamente que es peligroso laburar sin los elementos de seguridad correspondientes que sirven para proteger su vida y entregar una obra. Sin embargo, igual aceptó la propuesta de trabajo, ya que está desempleado y tiene que llevar el pan de cada día a la mesa familiar.
Para que la edificación no se derrumbe es necesario que el albañil sepa calcular la posición de los ladrillos y las vigas. Asimismo, debe explotar sus habilidades creativas para que el dibujo del plano se materialice en la realidad y el dueño esté satisfecho con el trabajo concluido.
Por último, es importante que los patrones velen por la seguridad de sus empleados, brindándoles arnés, cascos y botas para que dejen de lado el quepis que solo le va a resguardar del sol pero no de la caída del ladrillo.
Por Dahiana Galeano (20 años)
