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En los últimos días, en el país, el tenis se convirtió en uno de los temas de conversación más tocados en las rondas de tereré, en las paradas de taxi, en las familias, en los encuentros nocturnos de amigos, etc. Nuestra compatriota Verónica Cepede, con sus grandes actuaciones, ha dado que hablar bastante, incluso, en el plano internacional.
La tenista se convirtió en el centro de atención al brillar en uno de los torneos más prestigiosos del deporte, Roland Garros, en París. Sin embargo, lo que hace peculiar su caso es que con muy poca ayuda de los organismos encargados de la disciplina, Verónica igual decidió competir y demostró que puede medirse, a pesar de los obstáculos, con cualquier atleta top.
En nuestro país, muchos son los deportes que se encuentran en una situación desfavorable para los atletas igual que el tenis. Pero la número 90 del ranking mundial de este deporte, Cepede, demostró que, si uno quiere triunfar, necesita de autoconfianza y de esfuerzo, pues luchó contra todo pronóstico y terminó entre las 16 mejores del mundo.
Verónica no consiguió subir al podio, pues perdió en octavos de final con la tenista número 3 del ranking mundial, Karolina Pliskova. No obstante, la experiencia que ganó, tras jugar uno de los más prestigiosos torneos, constituye su consuelo. Además, Cepede ha demostrado al país y al mundo que es capaz y que tiene un futuro brillante.
El presidente de la República, Horacio Cartes, expresó su felicidad tras la victoria de la compatriota en la etapa anterior. “Felicidades @VeroCepede por la fenomenal victoria! Tu ejemplo nos inspira. Orgulloso de ver a una paraguaya entre las mejores del mundo”, fue lo que publicó el mandatario en su cuenta de Twitter.
La raqueta paraguaya volvió a convertirse nuevamente en atractivo y esto gracias al excelente desempeño de Verónica Cepede, quien peleó con las mejores jugadoras del tenis mundial. No hay nada que se le pueda reprochar a la compatriota, sino más bien, se le debería agradecer por tanto, pues ha dejado el nombre del país en alto, demostrando que, si hay ganas, se puede. ¡Muchas gracias, Vero!
Por Joaquín Tandé (18 años)