«Lejos de las llanuras santas del Camagüey»: sobre Cuba, la poesía y la Primavera Negra

El reciente fallecimiento de uno de los miembros del llamado «Grupo de los 75» da pie a la siguiente columna sobre poetas y exiliados.

Raúl Rivero
Raúl Rivero

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Me entero de que hace dos semanas se encontró el cuerpo sin vida de uno de los antiguos presos políticos del Grupo de los 75. Se llamaba Nelson Molinet, había desaparecido de su casa varios días atrás, y lo encontraron dentro de un auto estacionado. Vivía en el exilio y sus familiares estaban preocupados por su paradero ya que, según dijeron, durante sus años en prisión había sufrido maltratos que le dejaron como secuela serios problemas mentales. Tenía 59 años, y las notas de prensa no aclaran las causas de su muerte.

El Grupo de los 75 estaba integrado por 75 opositores al gobierno de Fidel Castro que fueron arrestados y encarcelados durante la primavera de 2003. En marzo se cumplieron dos décadas de aquellos acontecimientos, recordados como parte de la «Primavera Negra» de Cuba.

Veinte años atrás, esa primavera, todos los detenidos fueron sometidos a juicios sumarios. Las condenas aplicadas en sus procesos judiciales se basaron en la Ley No.88 de Protección de la independencia nacional y la economía de Cuba, más conocida por los disidentes como la «Ley Mordaza». Fueron acusados de realizar actos contra la independencia, integridad y estabilidad territorial del Estado y recibieron penas de hasta 30 años de cárcel. Uno de los presos, Orlando Zapata Tamayo, murió después de realizar una huelga de hambre durante 86 días en protesta por su sentencia. Hubo, además, cuatro condenados a cadena perpetua, y tres jóvenes, Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leudan Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac, fueron condenados a la pena de muerte. Fueron ejecutados.

El mes pasado se cumplieron dos años de la gran ola de protestas populares masivas contra el gobierno cubano, que estallaron el 11 de julio de 2021. Otro miembro del mismo Grupo de los 75 murió, como Molinet, en el exilio, poco después del inicio de aquella explosión de rebeldía. Era el poeta Raúl Rivero.

Cuando Raúl Rivero tenía 15 años de edad, se alistó en un batallón de milicianos y marchó a las montañas del Escambray para combatir a los anticastristas. Fue uno de los fundadores de la revista El Caimán Barbudo, órgano legendario de la juventud revolucionaria cubana. Raúl Rivero no tenía precisamente el perfil de un «burgués reaccionario», de un «lacayo del imperialismo» o de un enemigo del socialismo; todo lo contrario. Llegó a vivir los bellos y entusiastas albores de lo que se esperaba que sería una nueva era en su país natal. En 1982, con La canción del Ejército Rebelde, entre otros poemas, ganó el Concurso 26 de Julio del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Pero en 1991 Raúl Rivero fue uno de los firmantes de la «Carta de los 10», que reclamaba reformas económicas y libertad de opinión, y vivió desde entonces hostigado y perseguido por las autoridades cubanas. Y luego, al igual que el desdichado Molinet, cuyo fin ha dado pie a este recuerdo, fue también uno de los 75 opositores encarcelados durante la Primavera Negra del 2003. Mediante un juicio sumario, lo condenaron entonces a 20 años de prisión. Rivero murió el sábado 6 de noviembre de 2021 a los 75 años de edad…

lejos de las llanuras

santas del Camagüey…

Todo esto para compartir con los lectores un poema suyo:

EFEMÉRIDE

El 5 de diciembre de 1895

Salvador Cisneros Betancourt

le entregó al

general Antonio Maceo

en la finca Ciego Potrero

una bandera cubana

bordada por las mujeres de Camagüey

para que la llevara en la invasión.

Ese mismo día, pero de 1925,

mi padre, que tenía seis años,

se cayó de un caballo

y por la noche

mientras llovía a cántaros

sobre Camagüey

con 40 grados de fiebre

soñó que era un mago

y desaparecía

una laguna,

una ceja de monte,

nueve palmas reales

y el caballo blanco

que lo derribó.

En 1995, diciembre 5, seis y 48 minutos de la tarde,

en pleno Período Especial,

recién llegada de Camagüey,

te vi

y enseguida me dio

fiebre de 40.

Dos años después

supe que te habías ido

porque vinieron a devolverme

los poemas, las cartas

y los pomos vacíos.

Nora Betancourt

que estás en Miami

lejos de las llanuras

santas del Camagüey

trata de saber algo de mí

los 5 de diciembre

porque yo estoy más cerca

de los muertos queridos

y me acuerdo de ti todos los días.

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