Una selección de «epigramas ajaponesados» o «epihaikus» del periodista español Luis Carmona en exclusiva para los lectores de El Suplemento Cultural.
No habrá Navidad este año en Belén, mítica cuna del dios-niño de villancicos y pesebres. El resto del mundo cenará, brindará, intercambiará regalos y scrolleará un genocidio en tiempo real; pero la verdad es que no nos congregan en esta fecha esas historias de Instagram, escribe Montserrat Álvarez.
Mediante amenazas, difamaciones, insultos, doxxing y ataques a la dignidad, imagen e intimidad, la violencia digital de género puede conducir a sus víctimas a optar por el silencio.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), “la violencia digital suele nacer de la misoginia, el racismo y la homofobia y, como tal, puede constituir un delito de odio”. La recomendación de la Asociación de Tecnología, Educación, Desarrollo, Investigación y Comunicación (TEDIC) para los testigos de violencia digital contra las mujeres es terminar con la complicidad: “No protejas a los agresores: bloquea, reporta y denuncia. Si sigues a perfiles así, dale tu unlike”.
La violencia digital contra las mujeres afecta negativamente a toda la sociedad.
La expresión “crimen pasional”, que se utilizó por décadas, ya fue desterrada de las redacciones periodísticas. Más lentamente, va avanzando el conocimiento de que el factor decisivo en los feminicidios no es la existencia de relaciones de pareja sino el odio misógino.