Andy Murray, un pedazo de historia

Los Juegos Olímpicos han terminado por ser una bendición para el británico Andy Murray, obligado a ejercer el papel de segundón en más veces de las deseadas por culpa del absolutismo impuesto por el serbio Novak Djokovic en los tiempos recientes.

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El escocés se convirtió el domingo en el primer tenista de la historia en lograr dos oros olímpicos en el tenis individual. Nunca antes ningún jugador, del cuadro masculino o femenino, había logrado semejante logro.

Solo las hermanas Venus y Serena Willams y Rafael Nadal comenzaron la andadura con esa posibilidad junto a Murray, campeón en Londres 2012. Las jugadoras estadounidenses, poseedoras de cuatro oros cada una pero tres de ellos en dobles, cayeron prematuramente.

Nadal, vencedor en Pekín 2008, llegó hasta la semifinal y perdió con el argentino Juan Martín del Potro, víctima ahora del escocés.

Andy Murray añade el éxito en Río al logrado en Londres cuatro años atrás. Pocas veces, el británico tiene oportunidad de saborear en solitario el éxito. Novak Djokovic suele estar pendiente de evitarlo.

De hecho, el tenista nacido en Glasgow hace 29 años, no ha fallado a ninguna de las finales de los torneos de Grand Slam este año. Tres torneos grandes y un solo éxito. El de Wimbledon, que amarró por segunda vez en su carrera tras cosecharlo en el 2013. En las otras fue superado por el serbio.

Transita Murray con tres 'majors' a sus espaldas. A estos dos títulos en la hierba de Londres añade el Abierto de Estados Unidos del 2012, el que le dio el salto de calidad esperado.

Sin embargo, los Juegos ya han propinado al número dos del mundo de una condición especial. La coronación de campeón olímpico es algo de lo que Novak no puede presumir. Murray alardea de ello por partida doble.

Murray, que llegó a Brasil como portador de la bandera de su país, sale de los Juegos con el oro al cuello. Se habitúa el escocés a acumular reconocimientos poco a poco. Referente del deporte allí, fue el primer tenista británico en ganar Grand Slam en individuales desde Fred Perry en 1936.

Andy, que hace cuatro años fue el primero también de las islas en coronarse campeón olímpico en 'singles' masculino desde Josías Ritchie en 1908, dejó Río con un pedazo más de historia bajo el brazo.

No está mal para un tenista que en ocasiones maldice el momento y la época en la que vive y que llegó a ser más llamativo por sus finales perdidas en los grandes torneos (siete: cinco en el Abierto de Australia, una en Roland Garros y otra en Wimbledon), que por sus propios triunfos.

Alumno aventajado desde que explotó sus condiciones en la Academia Sánchez-Casal de Barcelona, donde llegó con quince años, no encontró gratificación a su explosión en los inicios. Cada intento chocó con la excelencia de Roger Federer, aún en auge, y del dominio de Rafael Nadal.

Empujaba Murray por detrás. A la vez que Novak Djokovic y también del argentino Del Potro. Pero cuando el decaimiento del suizo y el español atisbó, fue Novak Djokovic el que alcanzó una dimensión inesperada. Inalcanzable para el resto. También para Andy, sometido al dictado del serbio pero un paso por detrás.

Andy Murray mantiene un idilio particular con el torneo olímpico.

Rompe barreras el británico, que multiplicó sus estímulos desde el día que Novak se despidió de Río de forma precipitada.

Con todo, el británico ha tenido tiempo de labrarse un historial reconocible. Con 38 títulos a sus espaldas, tres del Grand Slam, y veinte finales, el jugador escocés aún no desecha alcanzar la cima y llegar a ser número uno del mundo.

Es el próximo objetivo de la raqueta británica, pendiente de cualquier desliz del jugador de Belgrado para obtener otro hito y otro pedazo de historia.

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