Ángela Rosa, la que suena en 36 cuerdas

Al nacer en Buenos Aires, hace 73 años, inspiró la composición que lleva su nombre: Ángela Rosa. Su padre, el arpista Félix Pérez Cardozo, le dedicó también el tema “Sueño de Angelita”. Ella dejó afectos y recuerdos en Argentina y vino a radicarse al Paraguay con deseos de concretar proyectos ligados al instrumento de 36 cuerdas.

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La personalidad de Ángela Rosa es avasalladora, inquieta, creativa, impaciente. Y muy auténtica. “Heredé de mi padre el carácter, su personalidad, la forma de ser. Yo tenía que haber sido varón, porque soy muy temperamental, muy sanguínea”, avisa con una sonora sonrisa.

Lleva como cinco años radicada en Paraguay, pues vino con intenciones de trabajar en proyectos culturales que fortalezcan la memoria de su célebre padre, el arpista Félix Pérez Cardozo, y la difusión del instrumento.

Está ligada ahora a un gran evento del que no quiere revelar absolutamente nada. ¿Será cabalera? O, quizás, le gustan los secretos. Tiempo al tiempo. En su momento se sabrá.

Ángela Rosa Pérez Sánchez Dean sopló hace días su velita número 73. Siete décadas han pasado de aquel 20 de junio de 1946 cuando abrió sus ojos al mundo en la maternidad Peralta Ramos del Hospital Rivadavia de Buenos Aires (Argentina). “Yo nací con cinco kilos y medio y fue toda una novedad el nacimiento de una bebota tan grande. Las enfermeras corrían de un lado a otro para ver el fenómeno”, recuerda.

Su existencia sirvió de inspiración a Pérez Cardozo, quien celebró su nacimiento con la composición “Ángela Rosa”, tema clásico del repertorio de los que ejecutan el arpa. Y, a los pocos años, su inocencia inspiró otra obra: “Sueño de Angelita”. “Papá ensayaba todos los días en el comedor de nuestra casa del barrio Palermo; mamá le cebaba mate y él arpegiaba. Siempre miraba arriba y decía que se inspiraba en la música de los ángeles, y yo andaba pegada a mi papá cuando él estaba en casa. Un día, habré tenido dos o tres años, estaba jugando con una muñeca en un sofá cama cerca de donde él tocaba el arpa. En un momento me quedé dormida con la muñeca en brazos y el me miró y empezó a hacer como una cajita musical y ahí salió Sueño de Angelita”.

Poco antes de completar los seis años Ángela Rosa perdió a su padre. Afectado por una embolia, Félix Pérez Cardozo falleció el 9 de junio de 1952, pleno invierno en la capital porteña. Tenía 43 años y había compuesto ya temas como “Tren lechero”, “Llegada”, “Mi despedida”, y recopilado “Pájaro campana”. Impactado por la muerte del conocido como “Mitâ Guasu”, su amigo el poeta y compositor argentino Atahualpa Yupanqui le dedicó la “Canción del arpa dormida”.

“Él tenía muchas actuaciones y yo percibía el momento en que volvía a casa y le esperaba sentada en mi cuna. Siempre me traía una bananita Dolca que me encantaba, ahí recién me dormía”, cuenta.

Ángela Rosa destaca que Pérez Cardozo era inagotable. Podía estar días sin dormir y seguía sin cansancio. “Cuando terminaban las actuaciones, los músicos se escapaban de él o si no los enganchaba para seguir de fiesta. El aguante que tenía era sorprendente. Vos sabés que papá, siendo paraguayo, era la estrella del Festival de la Vendimia, en Mendoza. Su actuación era el broche de oro, él tenía que cerrar el festival”.

A pesar de la corta convivencia, Ángela Rosa guarda incontables recuerdos, anécdotas de la vida artística de su admirado padre. Inclusive, en algún momento, ella quiso seguir sus pasos con las 36 cuerdas. “Habré tenido 18 años cuando mi mamá me regaló un arpa en cuyo cabezal estaban grabadas mis iniciales. Yo tocaba de oído y hacía una semana que practicaba cuando me llevó a radio Ñandutí, a invitación de Humberto Rubin y Teófilo Escobar. Se enteró la gente y venía hasta llenar el estudio de la radio. El público gritaba ‘que se nacionalice, que se nacionalice’, querían que me hiciera paraguaya. Yo creo que hubiera llegado a ser una gran arpista si continuaba. No sé si a la altura de mi padre, porque Félix Pérez Cardozo es único, pero habría sido una gran arpista”.

Ángela Rosa es separada, tiene una hija única: Karina Alejandra Scagnetti, y dos nietos, Matías (19) y Luciana (16), que viven en Bahía Blanca, muy lejos, a 800 km de Buenos Aires.

Ahora confiesa: “Vivo tranquila, pero extrañando a mi gente, leo mucho y, a veces, me siento sola”.

yubi@abc.com.py

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