Chazelle presenta el retrato de un hombre atormentado

Al principio, no veía a la historia de la llegada del hombre a la Luna como una película que podría ser dirigida por Damien Chazelle, el joven director que surgió en el 2014 con “Whiplash”, esa gran cinta sobre un joven estudiante de música que es atormentado por su profesor. Luego hizo “La la land”, el laureado homenaje a los musicales hollywoodenses.

La gran aventura espacial estadounidense era un proyecto con cara de Steven Spielberg o Ron Howard (que ya había hecho “Apolo 13”). Pero el enfoque que le da Chazelle es sorprendente. Se concentra en la personalidad de Armstrong, un hombre que prefirió volver a ser un profesor universitario, después de dar “un gran paso para la humanidad”. Chazelle nos muestra a un hombre retraído, que nunca sonríe,

atormentado por la muerte de su hija de dos años. Armstrong es estupendamente interpretado por Ryan Gosling, quien ya había trabajado con Chazelle en “La la land”.

El joven director no solo nos presenta el retrato de Armstrong sino que transfiere a la pantalla toda la tensión que se siente en las cabinas de los módulos y aviones que aparecen en toda la película. Podemos llegar a respirar lo que se siente, con toda esa atemorizante vibración en esos recintos que parecen tan precarios que la posibilidad de que todo salga mal es muy palpable.

El filme es también una lección de historia espacial, con las diferencias de las cápsulas y cohetes que se utilizaron en la conquista de la Luna. Chazelle no hace una glorificación de la carrera espacial norteamericana, sino que simplemente presenta los hechos, con una gran cuidado en la reproducción histórica.

Un filme muy entretenido y emotivo que está basado en el libro sobre Neil Armstrong, escrito por James R. Hansen.

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