Nació en Asunción. Desde pequeño se destacó en pintura. A los 19 años se fue a estudiar Arte y Medios de Comunicación Audiovisual (ISA-La Habana, Cuba). “Había ganado dos premios importantes de arte, el Hérib Campos Cervera y el de Arte para la Paz y Tolerancia (ONU), junté ese dinero y el resto me ayudaron mis padres para dar la palada inicial”. Melvin, mayor de 3 hermanos, es el único en la familia que eligió el camino artístico. Como muchos paraguayos que se formaron afuera, partió con curiosidad e ilusión. “Al segundo día en Cuba supe que el sistema político no me convencía, pero me quedé porque ya había abandonado dos carreras y allá me iba a formar en una escuela rígida, con profesores de la ex-URSS, no solo en pintura, sino como dramaturgo, guionista, cineasta, redactor creativo”. Melvin aprendió a vivir en la sociedad cubana, entre la dureza cotidiana y el alto compromiso educativo: “Ellos captan talentos del interior todo el tiempo (bailarines, pintores, músicos, etc.) y los capacitan”. A la par de sus estudios, consiguió empleo en la multinacional Benetton para Cuba y el Caribe, donde trabajó 3 años en la dirección de marketing y publicidad, pudiendo obtener ingresos y viajar a otros países. Para este pintor los premios son un compromiso para crecer. Algunos que obtuvo son: San Roque González de Santa Cruz (2007-Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos) y Juntos a la Unidad Alemana (2015-Embajada de Alemania en Paraguay y el Instituto Cultural Paraguayo-Alemán) Varias de sus obras fueron expuestas en Cuba, España, México, Perú, Italia, Rusia, Austria, Portugal y Corea. Colaboró siempre con entidades de beneficencia. En 1997 participó del Proyecto Fábrica, artistas y creativos patrocinados por la Fundación Benetton, y del proyecto Original Art, desarrollo del Arte Paraguayo en Palma de Mallorca (España 2005). A partir del 2006 desarrolló el Wear Art (arte en prendas; ahora se encuentra diseñando pañoletas para los enfermos de cáncer, con el apoyo del Instituto Nacional del Cáncer). Recientemente fue nombrado Embajador del Diseño e Innovación por la Cámara Paraguaya de Diseño e Innovación. El 8 de mayo de 2018 recibió la Medalla municipal del mérito “Domingo Martínez de Irala”.
Inspiración e investigación
“Vengo de una familia católica, conservadora, aprendí a ser solidario. En Cuba reforcé este sentimiento, la soledad te hace cultivar tu fe. Hoy, como docente lo transmito a mis alumnos, por ejemplo, a fin de año no hacemos fiestas sino donamos alimentos a hogares de niños y ancianos”. Además de pintar, Melvin es instructor deportivo y orientador en nutrición, “siempre busco el equilibrio físico e intelectual”, afirma.
Después de Cuba, se quedó un par de meses en México DF, ahí tuvo propuestas para formarse como actor, “pero yo ya quería trabajar. Me arrepiento un poco, debí haber sido más audaz para conseguir entrar en ese medio, pero detrás de cámaras. También viví un año en Mallorca participando de un proyecto de arte que salió muy bien, aunque las cosas a nivel personal no salieron. No di con las personas correctas o fue el destino”.
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–¿Cómo te sentís en Paraguay?
–He luchado mucho para salir adelante. Me he presentado a muchos concursos, cuando no he ganado, también han sido experiencias positivas. Quiero a mi país y me considero nacionalista, en el sentido de que el arte paraguayo es para el mundo.
–¿A qué estilo pertenece tu obra?
–Es una mezcla de estilos, tiene una inspiración libre, surrealismo con naïf; si bien naïf es infantil, es una corriente que fue evolucionando a través de los países, culturas y experiencias de la vida. Yo transmito lo que soy. Provengo de la cultura de la lectura, de ir a la biblioteca, investigar. Pero no soy un artista elitista, ni quiero ser millonario, mi arte está al alcance de todas las personas.
–La élite y las claques del arte son uno de nuestros tantos males enraizados…
–Eso de la élite es vox populi que siempre escuché. Creo que hay que romper esa barrera, porque si el artista tiene algo interesante que ofrecer, no necesita aprobación de una élite; mirá Fidel Fernández, impresionante es su obra. Lo que sí es importante, es tener críticos o curadores que den un aval, una opinión sobre tu obra. Yo surgí solo, nadie me ayudó y los concursos me ayudaron a que me descubran otras personas para poder exponer.
–¿Los paraguayos valoran el arte?
–Acá la cultura siempre está de lado, empezando por los políticos. Pero hoy día hay arte para todos los bolsillos; hay hasta reproducciones de obras de arte que se hacen con la autorización del artista.
–¿Nos faltan más artistas políticos?
–A mí me ofrecieron trabajar en política, nunca lo hice; si hay una buena propuesta por qué no, pero si trabajo quiero ver resultados. ¿A qué línea política pertenezco? A la de tomar lo bueno de cada sistema, sin fanatismos. Formo parte de Gente de Arte, una fundación sin fines de lucro, desde ahí trabajamos con la Secretaría Nacional de Cultura para hacer trabajos conjuntos.
–¿Qué te producen tus obras?
–Algunas me gustan mucho, aunque siempre siento que no las termino. Lo más lindo que me pasó, en el 2015, es que una obra mía forme parte de una colección del Vaticano, se llama “El arca de la alianza”. La enviamos desde una comunidad religiosa a la nunciatura y de ahí fue a Roma. El Papa nos lo agradeció en una carta.
–¿Sos de los artistas que rechazarían un premio?
–No. Yo recibí premios de muchas instituciones. Claro que uno puede cuestionar cómo trabajan, si tienen grandes contradicciones, pero eso escapa también a nuestras posibilidades. Hay tanta transparencia como dudas. Yo, como artista, me mantengo consciente de la realidad de mi país, del mundo, tengo los pies sobre la tierra y sé que ningún premio te hace superior a otros.
–¿Cómo reconocemos un Melvin Roldán?
–Hay obras mías en restaurantes y pubs, siempre tienen, además de contenido, brillo (incorporo espejos), y siempre hay algún corazón anatómicamente humano oculto o muy presente.
–Te imagino pintando, con tu perro acompañándote en tu atelier.
–(Risas) Un perro de porcelana puede ser; prefiero un jardín con orquídeas y tunas.
–¿Un talento cotidiano?
–Cocinar. Aprendí en Cuba, gracias a una tía que me enviaba recetas por correo; me llegaban en un mes.
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