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En la primera parte, el encargado de personificar a un joven Elvis fue el artista Jacob Rowley, quien supo destilar pasión y demostró toda la destreza a la hora de mover los pies y hombros, como el rey del rock and roll, vestido con saco y pantalón negros y camisa bordó.
Un aire de galán pero con seductora timidez también fue la que demostró al ritmo de canciones como “Heartbreak Hotel”, “All shook up”, “Don’t be cruel”, “Love me tender”, “Such a night”, “Cindy”, “Surrender”, “Old friend”, y muchas otras.
El intermedio, a la espera del plato principal, estuvo a cargo de las voces de Estelle Brown y Portia Griffin, de The Sweet Inspirations. Brown es miembro original de dicho grupo, y llegó a salir de gira y grabar con Elvis.
Finalmente llegó el turno de presentar a Shawn Klush, artista que se destacó por ser reconocido por la firma Elvis Presley Enterprises, que controla los bienes de la fallecida estrella, como el mejor artista que lo representa.
Enfundado en el clásico traje blanco y con guitarra en mano, Klush enloqueció especialmente al público femenino, que no dudó en levantarse de sus asientos a bailar con “Burning love”, “The wonder of you”, “So close, yet so far”, “You are always on my mind” y “Johnny B. Goode”. También se acercaban a pasarle la mano y este regalaba pañuelos de colores.
Aquí se pudo sentir a ese Elvis de excedida energía, que dejaba todo en escena, con más picardía y una gran carga de sensualidad.
Tampoco faltaron “My way”, “Suspicious mind”, y el gran cierre con “Can’t help falling in love”. Ambos artistas estuvieron apoyados por una banda en vivo, de gran calidad.