Fito para el alma

Fito Páez sigue más vigente y en pie que nunca. En un concierto de casi dos horas, el rosarino llevó a la gente de paseo por un repertorio con un tinte bien rockero, en el que conjugo sus temas ya clásicos y sus más recientes creaciones.

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A sus 55 años y con una destacada carrera a cuestas, Fito reafirmó su genuina relación con el público paraguayo.

Unos 20 minutos luego de las 23:00, el anfiteatro “José Asunción Flores”, de San Bernardino, hervía de ansias, y el coro “¡Fito, Fito!” no faltó. Una parte de “Ciudad de pobres corazones” introdujo a Páez, quien saltó al escenario con su pose alocada y derrochando energía. Inició con “La ciudad liberada”, tema que da nombre a su último disco.

“¡Bienvenidos!”, exclamó Fito, como todo buen anfitrión y performer que es, para luego sentarse al piano eléctrico y hacer “Aleluya al sol”, también del nuevo álbum. “¡Buenas noches San Bernardino, hace un montón que no nos vemos, quiero salir totalmente entregado”!, expresó el artista quien también estaba electrificado. Y esa corriente llegó hasta el público que coreó luego, totalmente prendido, la balada “11 y 6”. “Excelente. Amores”, felicitó Páez.

El músico tomó la guitarra eléctrica para la bien rockera “Naturaleza sangre”, que se vio realzada por el sonido de los sintetizadores de Juan Absatz y la fuerza de la batería de Gastón Baremberg. En una montaña rusa de emociones e intensidades, llegó un momento romántico con “Tu vida mi vida”, tema del nuevo disco, donde oímos a un Fito que coquetea con un sonido de sus primeros álbumes.

Tras elogiar un cartel del público entregó “Al lado del camino” y “El amor después del amor”, donde Fito presentó a Anita Álvarez de Toledo, una gran voz, que acompañó también a Gustavo Cerati y Charly García como corista. De momentos bien intensos pasó a la intimidad, arropando al público con su piano en una hipnótica introducción en solitario, para la emotiva “Un vestido y un amor”.

Páez se quedó con las teclas para entregar una transición bien espacial, donde una vez más los sintetizadores hicieron su parte. Justamente con imágenes del espacio sideral, Fito se paró y dirigió a sus músicos, dando paso a “Tumbas de la gloria” y “Circo beat”. Para “Brillante sobre el mic”, el cantante pidió a la gente que ilumine el cielo con las linternas de sus celulares, lo que dio a dicho tema un marco luminoso en todo sentido. Fito no dejó pasar la oportunidad para improvisar sobre San Bernardino, el público y sus emociones, desatando así también una veta más jazzista.

Otra vez volvió a agarrar la guitarra, pero aquí llevó al frente a su bajista Diego Olivero y al guitarrista Juani Agüero, levantando así una poderosa pared de cuerdas al son de “Ciudad de pobres corazones”. Terriblemente buena fue la potencia de sus músicos, sobre todo de Agüero, quien dio un extenso solo totalmente entregado a su instrumento.

“A rodar mi vida” y “Mariposa tecknicolor” sonaron ya en la recta final, en tanto Fito agradecía una y otra vez al público por recibirlo “tan increíblemente, siempre”. “¡Gracias por dejarme vivir tanto tiempo en sus corazones!”, manifestó, y la gente también agradeció pero se impuso pidiendo “una más”, y así llegaron dos con “Dar es dar” y “El diablo de tu corazón”.

Así Fito se paseó a sus anchas por el escenario, haciendo del show un verdadero momento de celebración. Pero sin dudas que la sólida e impecable banda que lo acompañó fue también el marco esencial para hacer de este un concierto musicalmente memorable.

victoria.martinez@abc.com.py

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