Francia creía poder dar independencia

Mañana domingo, con el ejemplar de ABC Color, aparecerán los dos primeros libros de la Colección Protagonistas de la Historia, editada por El Lector.

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Ambos libros tendrán el costo de uno (20.000 guaraníes incluyendo el diario) y serán Gaspar Rodríguez de Francia, de Ana Ribeiro, y Carlos Antonio López, de Luis Verón. La historiadora uruguaya, profunda conocedora de la historia del Paraguay en tiempos de la independencia, habla sobre su obra y la figura del Dr. Francia.   
   
–¿Cómo empezó a estudiar la historia paraguaya en el periodo francista?   

–En el año 1998 escribí para el diario "El País", de Uruguay, "Los tiempos de Artigas", un trabajo ampliamente ilustrado con iconografía de época, que salió en 6 tomos, junto con el diario. Cuando llegué al último tomo, el dedicado al período final de Artigas en el Paraguay, me encontré con que no tenía con qué ilustrarlo. Viajé al Paraguay en busca de cuadros, mapas y documentos. Fue mi primer contacto con el Archivo de Asunción y con la historia paraguaya: fui a fotografiar la casa de Francia en Yaguarón, fui a Curuguaty, al archivo de la Curia, en fin: luego de eso mi cabeza tuvo un área siempre atenta y dedicada a Paraguay.   
   
–¿Cómo definiría usted al Dr. Francia?   

–Uno de esos hombres cuyo poder no proviene de las armas (aunque las supo someter a su mandato), sino de una red relacional tejida hábilmente; fue más letrado que varios de los héroes fundacionales. Hizo una protección de su suelo natal muy férrea, basada en el aislamiento preservador. Un hombre austero, que no parecía enamorado del poder por el regodeo por el poder mismo, sino que lo buscaba con la convicción (de iluminado) de ser el único capaz de darle al Paraguay su independencia y su rumbo adecuado como nación nueva.   

–¿Por qué se tejieron tantas leyendas y mitos en torno a la figura del Dr. Francia?   

–Porque el aislamiento genera misterio y curiosidad; porque cerró al Paraguay a cal y canto y cuando hubo ingresos o fugas (que los hubo) sus protagonistas fueron gente de buena pluma, que dejaron sentados los pilares de la leyenda: el Dictador –decían, escribían– es culto, es cruel, protege a su pueblo, pero no duda en fusilar bajo el naranjo a la élite más gallarda, etc.   
   
Uno de los principales debates en torno al gobierno de Francia es si su política fue aislacionista o fue el resultado de un bloqueo.   

Hay elementos para afirmar ambas cosas. En el libro rastreo eso, precisamente: las veces que Paraguay fue invitado a participar y no lo hizo por temor a "las provincias de abajo"; las veces que esas provincias y también Brasil le cerraron al Paraguay las puertas y los puertos, para forzarlo a abrirse.   
   
–¿Cómo califica usted la política económica del Dr. Francia?   
   
–Francia dominó a los comerciantes, casi todos españoles, que eran los dueños del crédito público a falta de sistema bancario. Los recargó con impuestos, los gravó con multas y les hizo costear parte de su aparato armado y las expediciones de defensa del Paraguay. Esa persecución produjo en parte una reagriculturización: gente que busca pasar más desapercibida, abandona sus tiendas para ir a trabajar la tierra. El aislamiento hizo que se redujeran al mínimo las exportaciones, mientras las importaciones reflejaban un reduccionismo propio de sociedad aislada: no había hambre, pero tampoco había consumo suntuario alguno. Las bocas de comercio eran dos: Itapúa y Candelaria, con Brasil y con las provincias argentinas. El Dr. Francia quiso hacer llegar sus productos a Europa y quebrar la dependencia respecto a Entre Ríos como salida a sus productos. Por su parte, el mundo se hizo la idea del Paraguay como una tierra rica y promisoria, en la que harían pingües negocios. Los barcos que rompieron la barrera interpuesta en los ríos por Juan Manuel de Rosas, cuando la Vuelta de Obligado, llegaron a Asunción con esa idea. Se fueron cabizbajos. Una sociedad aislada, espartana, no ofrecía un gran mercado de compra ni de venta.   

–¿Cómo fue la relación del gobierno francista con la Iglesia?   

Se atacaba a la Iglesia porque era uno de los soportes del poder político de la corona española; pero no puede atacarse el culto, la fe, los rituales, porque la población los demandaba. Además la Iglesia llevaba el registro de nacimientos, casamientos y defunciones. Francia se jactó de convertir a los sacerdotes en funcionarios a sueldo y a los conventos en cuarteles.    
   
–¿Podría aclararnos si Francia tuvo hijos?   

–Dos hijas, al parecer. Una más abiertamente reconocida que la otra, la "Niña Francia", Ubalda García; la otra se llamaba María Roque Cañete y su paternidad se dedujo del gesto póstumo del Supremo que la benefició incluyéndola en su herencia. Es un hombre tan misterioso en cuanto a su vida afectiva. Es un área que siempre será misteriosa: la vida privada de un Dictador absoluto.   

Ana Ribeiro es licenciada en Historia, docente de la Universidad Católica del Uruguay (UCUDAL) y del Centro Latinoamericano de Economía Humana (Claeh). En tres ocasiones ganó el Primer Premio de la Academia Nacional de Letras.
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