Huellas de un amor con serenatas y galanterías

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¿Amor a primera vista? No. Mucho tuvo que insistir Reynaldo para conquistar el corazón de Gladys, en los años 60. Noches de serenatas y galanterías terminaron por consolidar una pasión que duró cuatro décadas felices. Viuda desde 2002, ella mantiene la eterna fidelidad.

La pareja formada por Delfín Reyes y Elisa Ozuna Ivaldi trajo seis hijas al mundo. Una de ellas era Gladys, la que salió del vientre de su madre el 21 de agosto de 1943. Su nacimiento se registró en una casa de la calle Antequera, pegada a la Escalinata de Asunción. Nadie por entonces sospechaba que Betty, como le dicen los allegados, sería protagonista de una historia de amor intensa y apasionada con un cantante.

Todo comenzó con la celebración del Año Nuevo de 1961. El Club Emiliano R. Fernández, de Villa Aurelia, que tiene a su padre como uno de los fundadores, ofrecía concurridas fiestas. De ahí, antes de amanecer del 1 de enero, don Feliciano Rojas invitó a la familia Reyes Ozuna a un paseo por el balneario Yverá, de San Lorenzo, hasta donde debía ir con su camioncito a entregar bebidas y masitas. “Llegamos y grande fue nuestra sorpresa que encontramos a los integrantes del famoso grupo Los Paraguayos. Estaban Luis Alberto del Paraná, Reynando Meza, Julio Jara y Santos González. Ellos estaban en la piscina, saludaron a don Feliciano porque se conocían con Paraná de la época en que trabajaban en la panadería de Luis (Titito) Delvalle. Luis Alberto vendía a la madrugada pan por el barrio San Vicente”, recuerda Gladys, con precisos detalles.

Era la primera vez que se veían con Reynaldo. Siempre vestida con ropa típica paraguaya, llamó la atención del vocalista. “Señorita, me puede dar su dirección”, le solicitó. “No”, respondió corta y desganada. “Maleducada”, le recriminó su madre y se disculpó con el joven. Este prometió visitarles un miércoles próximo. “Ese camino no tiene zanjas”, advirtió doña Elisa a Reynaldo, explicándole las condiciones de las vías de acceso al barrio San Vicente.

Pasaron los días, el artista no apareció. Dos sábados después frenó su auto frente a la casa de los Reyes Ozuna. “Estábamos por ir al Centro Juvenil, que quedaba a cuadras de casa. Al verle, yo le aviso a papá que viene el señor que conocimos en la piscina del Yverá. Quiso llevarnos en su coche, pero mamá dijo que no podíamos subir con extraños. Fuimos caminando y él iba despacito al lado nuestro. El locutor del Centro Juvenil lo vio y anunció a lo grande que estaba ahí Reynaldo Meza, cantante del grupo Los Paraguayos. La gente se alborotó, todo el mundo lo venía a saludar. Ahí me di cuenta que era importante”.

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Betty no olvida aquel 12 de enero (año 1961), cumpleaños de su tío Alfonso. Era un sábado y Meza ofreció su vehículo para llevar a la familia. Y así fue. “Llegamos, saludó a la gente y se disculpó. Dijo que tenía que ir al aeropuerto porque los artistas acostumbraban despedir a los que viajaban. Iban de gira Los Indios. Prometió que volvería más tarde. Terminó la fiesta de cumpleaños y no apareció. Volvimos a casa y cuando ya nos acostamos, escuchamos unos camiones que paraban. Y de repente una serenata gigantesca, con todos los músicos que habían ido al aeropuerto. Mi hermana Elisdelfa, que era reina de clubes, pensó que la música era para ella. Salió a agradecer y ahí Reynaldo le dijo: ‘Disculpe señorita, la serenata es para su hermana’. Yo me quedé sorprendida. Gracias, pero tenemos que dormir ya, mañana hay exámenes en el colegio, le dije. Al amanecer vino el comisario, comentó que no se le pidió permiso, pero preguntó cuándo se repite porque le gustó demasiado. Los vecinos estaban todos por el alambrado escuchando”, detalla.

El domingo 13 de enero, la familia Reyes Ozuna tenía previsto ir a la misa de la Virgen de Caacupé. “Él se ofreció llevarnos y así fuimos. Tenía su cámara de foto y pidió tomarse una conmigo para recuerdo. Nos fotografiamos y entramos a la iglesia. Ahí me tomo de la mano: ‘Señorita, hasta aquí llegamos juntos y ahora sé que vamos a estar juntos todo la vida’, me dijo”.

No había besos con el célebre intérprete de “Besame mucho”. “Una vez me dio un beso en la mejilla y me molestó su bigote, parece que se dio cuenta y no intentaba besarme”, revela.

El amor de Betty y Reynaldo se mantuvo con cartas y cartas que llegaban de distintas partes del mundo. No se vieron durante cinco años. En 1963 ella ganó una beca para ir a estudiar Salud Pública, Obstetricia, Pediatría y sicología, en Estados Unidos. Ahí los contactos eran telefónicos, hasta su retorno a fines de 1966.

Reynaldo y Gladys se volvieron a ver cara a cara en febrero de 1967, cuando Los Paraguayos tuvieron una pausa en sus giras. Fueron a Caacupé y al devolverla a casa, él sacó un anillo y sin preguntarle si quería casarse anunció la boda, apenas doce días antes. Así, el 11 de marzo de 1967 dieron el ‘Sí, quiero’, ante el altar de iglesia de San José.

Al formalizar el matrimonio, la vida de Betty empezó a girar por el mundo al lado del artista que le dio dos hijas: Rosa (1967) y Azucena (1969). Hasta hoy, ya viuda, vive en Hamburgo (Alemania), con sus hijas, y dirige la empresa “Los Paraguayos. Eventos Internacionales”.

Un cantante que supo conquistar con su voz

Reynaldo Meza nació en colonia San Lázaro (Concepción), el 28 de mayo de 1929. Tenía 17 años cuando ganó un certamen de canto que organizó radio Teleco. Integró varios grupos musicales hasta que pasó a ser parte de la segunda conformación de Los Paraguayos, en 1955. Tras la muerte de su hermano Luis Alberto del Paraná, en setiembre de 1974, quedó al frente del afamado conjunto. Reynaldo falleció en Asunción el 5 de julio de 2002.

yubi@abc.com.py