En su tercer concierto del Ciclo de Abono, la agrupación actuó bajo la dirección de una joven pero destacada batuta: la de Ramiro Miranda.
La OSCA abrió con lo más esperado: la interpretación de la gran obra escrita para violoncello por Antonin Dvorak. El encargado de asumir el rol de solista fue el violoncellista venezolano Cruz Taylor Almao, integrante de la OSCA.
Ante su ingreso, el público ya premió con aplausos y se mostró inmediatamente expectante de cómo sonaría el Concierto para Violoncello y Orquesta, de Dvorak.
Luego de una serie de entradas realizadas por otros instrumentos, finalmente es el turno en que interviene el violoncello solista en la obra. Almao nos lleva con el cello por una enérgica melodía principal, que tiene de colchón vientos y cuerdas.
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La obra exige al solista mucha entrega para sobresalir con su instrumento, lo que el venezolano cumplió de una manera muy admirable. Almao es virtuoso y lo demuestra en las partes que la melodía le exige rapidez y precisión, mientras entra en diálogo con los demás instrumentos.
Esta obra saca todas las posibilidades de un violoncello, como lo más alto en su registro, lo que le da un carácter triunfal que el solista conoce y sabe transmitir al público, cuyas caras muestran satisfacción y regalan esta vez largos aplausos de admiración.
Al culminar, el violoncellista y Miranda saludan y la platea inunda de fuertes palmas, así como vítores de aprobación, a estos talentos y la orquesta.
Continuaron con la Sinfonía Nº 5, de Franz Schubert. Esta obra, que forma parte de las nueve sinfonías que compuso el austriaco, sonó elegante y clara en manos de los músicos. Cabe destacar que se notó una gran comunión entre los intérpretes y su director, quien, con una mezcla de sutileza y energía, supo llevar el sonido de la orquesta por caminos precisos.
Finalmente, el Capricho Italiano, de Piotr I. Tchaikovsky, que traduce la algarabía y el colorido del Carnaval Romano, dio un cierre con el cual se sintió a la orquesta cargada de una emoción que fue impregnada en su forma de tocar: con mucha pasión.
Miranda debutó así en dirigir a la OSCA, y se lo notó en un lugar de suma comodidad, ya que logró sacar lo mejor de este conjunto.
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