Está basada en una novela de Nick Hornby, el mismo de “Alta fidelidad”, que también se convirtió en una muy buena película. Y como “Alta fidelidad”, “Amor en vinilo” utiliza el mundo del rock como soporte para trazar una tragicomedia de la mediana edad.
Cuando estábamos en la adolescencia, en los ochenta, el rock se veía como la fuente eterna de la juventud. de donde se expandían lo chispeante, la vanguardia, la irreverencia y la modernidad. Hoy eso es historia. El rock es un producto de consumo más. Ya lo era entonces, solo que no nos dábamos cuenta. Duncan, el personaje de Chris O’Dowd en esta película, es uno de los que no se han dado cuenta de eso. Es un seguidor enfermo del músico Tucker Crowe (Ethan Hawke), un rockero que hace veinte años se borró del mundo. La novia de Duncan, Annie (Rose Byrne), está podrida del raye de Duncan y hace un comentario ácido de unas grabaciones inéditas de Crowe. Por supuesto, rompen. Pero el verdadero músico las lee, elogia su sinceridad y quiere conocer a Annie.
Todos tienen una existencia insatisfecha. Crowe se retiró del mundo en el apogeo de su éxito, pero, a pesar de su alejamiento, no ha hecho una vida deseada. Annie es la directora de un museo decadente y Duncan se ha olvidado de vivir dedicándose a idolatrar a Crowe. El director Jesse Peretz (que hizo varios videoclips y fue bajista de The Lemonheads) nos entrega una película sobre segundas oportunidades, realizado en clave de tragicomedia, y que es muy bien llevada por el trío de actores protagonistas.
El título poco tiene que ver con los resucitados discos de vinilo. Se debe a la dificultad de traducir “Juliet naked”, que tampoco es Juliet desnuda, sino que se refiere a un disco llamado Juliet. Y así, no se animaron a ponerle “Juliet desnudo” y se auparon a una moda.
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