En el primer acto fue destacable el trabajo de los niños de la escuela de danza clásica Mitãnguéra Bañadogua Jeroky, quienes se tomaron con gran compromiso interpretativo cada personaje en la escena de la fiesta de Navidad. Ya desde esta parte se notó el empeño en presentar una escenografía llamativa y dinámica, pues todo se adaptaba con facilidad a los diferentes cuadros.
Luego en el sueño de Clara, donde se lució una joven Paloma Bonnín, se pudo percibir ese espíritu onírico gracias a los elementos decorativos, sobre todo con la aparición de los Copos de Nieve, donde hubo un refuerzo de luces.
El pas de deux de esta escena, asumida en la segunda función del sábado 3 de noviembre por Alejandra Acosta y Ricardo Riveros, fluyó de manera natural y con gran belleza. Un coro le dio incluso un toque etéreo a la escena. Casi al final de este acto la luz se cortó por unos minutos, pero el baile siguió y al reponerse la energía eléctrica el cuadro siguió intacto.
Con el Reino de los Dulces del segundo acto vimos otra escenografía admirable, donde se nota el gran esmero del BCMM en busca de ofrecer un espectáculo de alto nivel. La explosión de colores y brillo tanto en la recreación de golosinas y dulces gigantes, como de los diferentes vestuarios, nos llevaron a ese mundo de fantasía.
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En esta parte Macarena Vallejo y Anton Joroshmanov encarnaron al Hada Confite y al Príncipe Orgead respectivamente. La pareja se desempeñó de manera excelente, ya que fue pulcra y precisa en sus movimientos, como también sensible en su interpretación.
También la iluminación acompañó a crear los diferentes climas por los que atraviesa la historia, generando así atmósferas ideales para estar inmersos en la puesta. Otro condimento que hizo de este un espectáculo impecable fue la música en vivo por parte de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN).
El público mostró también gran interés llenando casi todas las funciones que ofreció la compañía paraguaya. Ojalá las puestas sigan superándose año tras año.
victoria.martinez@abc.com.py