Con olor a pescado...

Evidentemente que el fútbol no es una isla en el quehacer cotidiano del pueblo paraguayo. Es más, se encuentra tan enraizado, que es parte de nuestra cultura. Por eso, no se puede sustraer a una realidad que inclusive amenaza con corroer los cimientos de todo un estilo de vida. Político, social, económico y también, en este caso, en el estamento deportivo. Queda siempre latente la impresión de que toda actividad que realizamos está llena de suspicacias. No debe sorprender por eso que se haya convertido en un axioma popular... “el paraguayo primero piensa mal y después piensa”.

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Todo el introito viene a cuento sencillamente para abonar la tierra de una realidad que lastima.

Ayer, tanto en cancha de Libertad como en la de Cerro Porteño, cuyos equipos discuten el título de campeón del torneo Clausura, se vivieron situaciones, actitudes y conductas que dejaron un sentimiento de injusticia. Toda su implicancia viene por añadidura. La duda, la decepción, el descreimiento, la impotencia y tantos otros sentimientos que abriga el ser humano.

Hasta ahora nadie se explica por qué Antonio Arias anuló el gol de Robert Aldama para Luqueño. Con un valor agregado: era la apertura y, por lo tanto, la importancia del momento del partido jugaba un papel preponderante. Es cierto, terminó ganando Libertad, pero el error grosero del árbitro bastardeó el resultado final.

En cancha de Cerro, también el árbitro Julio Quintana tejió una fina telaraña alrededor de Nacional. Mareco jugó gratis. Lo expulsó recién a los 10’ del segundo período cuando Bareiro estuvo por llevar su pierna al hombro. A Torales, sin contemplaciones le mostró la roja. Cerro perdió el tiempo como quiso. Quintana ni se inmutó. ¡Qué pena!

bmartinez@abc.com.py

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