El índice histórico de utilización local de la energía de Itaipú (1984/2019), según estimaciones de fuentes independientes del sector energía de nuestro país, ronda apenas el 7% de la producción total acumulada y nuestros socios, en condominio y partes iguales, en la obras del Siglo XX, gira en torno al abrumador 97% faltante.
De acuerdo a registros de la entidad binacional, así como de la estatal paraguaya ANDE, el pico más elevado del diagrama de utilización se registró el año pasado, con un 19,21%. No obstante, el 2019 coincidió con una extraordinaria temporada de sequía en la cuenca del río Paraná.
En efecto, si comparamos las cifras correspondientes a los ejercicios 2018 y 2019 de consumo paraguayo de la energía de Itaipú, veremos que el índice de crecimiento en el último año fue apenas del 1,5% (15.044 GWh contra 15.266 GWh). El considerable aumento de esta tasa, entonces, debe atribuirse a la importante merma de la producción de la gran central binacional: -17,75%.
Si cotejamos esta tasa con la generación de 2016, proclamada centenares de veces como el récord inalcanzable de Itaipú, inclusive planetario, apreciaremos la real dimensión de la caída del año pasado: -23%.
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Pese a la fría y árida verdad de los números, este ejercicio prueba que en la última década, el Paraguay avanzó muy poco en la aplicación –inclusive en la definición– de una política que le permita un aprovechamiento superior y más eficiente de la energía que le pertenece en Itaipú (la mitad de todo lo producido por el aprovechamiento hidroeléctrico (Art. XIII del Tratado), y que siguió aferrado a los US$ 9/MWh, que desde el 2011 le paga Brasil en concepto de “compensación por cesión de energía”, sobre el costo de la entidad binacional, que ronda los US$ 44/MWh.