FILADELFIA, Chaco (Marvin Duerksen, corresponsal). La nueva fábrica fue levantada cuando surgió la posibilidad de que el turrón de maní forme parte de la merienda escolar, y ahí decidieron tomar más empleados. El trabajo creció a un tamaño que ya no se pudo más soportar en familia, y entonces decidieron el año pasado levantar un edificio nuevo, más grande, con un mejor control de calidad ya que se trata de un producto alimenticio, explicó Eckert.
Se invirtieron G. 3.000 millones en la nueva fábrica, que funciona hoy con 25 empleados, casi todos indígenas. El edificio es amplio, tiene espacio para un manejo limpio y ordenado de los diferentes procesos de elaboración y aún queda más espacio para crecer en el futuro. Para no interferir en el trabajo y la higiene, cuentan con un pasillo aéreo, totalmente aislado, para visitantes. Casi todo el trabajo es manual, bajo estricto control higiénico. La materia prima para el turrón es el maní del Chaco y azúcar. En varios pasos se prepara una mezcla, que se corta manualmente para formar los turrones, que al final son envasados para salir al mercado. “Estamos procurando de hacer un trabajo manual, para que la población indígena de la zona puede recibir ayuda de eso. Estamos ayudando a muchas familias indígenas, porque aquí reciben un sueldo seguro y pueden desarrollarse”, dijo Eckert.
Por día, la fábrica prepara 20.000 unidades del turrón pequeño, que se usa normalmente para la merienda escolar. Esto equivale a 1.000 kilos por día. Desde este año el turrón de maní “Kelwa” se ofrece también en supermercados y almacenes de la Región Oriental. Además, forma parte de la merienda escolar en Ñeembucú, Caazapá y Boquerón. Eckert señaló que están abiertos y en condiciones de servir con el turrón a la merienda escolar de otros departamentos también.
