Aparentemente, el ímpetu investigativo de la corrupción pública en Brasil no se estancará en el presente, sino que también removerá las densas capas de impunidad y olvido con los que los administradores de turno de Brasil y de nuestro país, en casi 40 años, intentaron soterrar, por ejemplo, el costo real de la “obra del siglo XX”: el proyecto hidroeléctrico Itaipú.
Investigarán en Brasil la extraña muerte de José Jobim
Jornal O Globo, en una reciente publicación, informaba que el Ministerio Público de su país iniciará una investigación civil para determinar las circunstancias de la muerte del embajador José Jobim, que había sido secuestrado en Cosme Velho, Río de Janeiro, en marzo de 1979, seis años después de la firma del Tratado de Itaipú y aún en plena fase de construcción y equipamiento de la represa.
Añade la publicación brasileña que Jobim fue encontrado dos días después en Barra de Tijuca, con una cuerda anudada al cuello, las rodillas apoyadas sobre una piedra y los pies en el suelo.
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Explica, asimismo, que en aquellos años, la investigación policial concluyó –una conclusión, por cierto, muy cuestionada– que José Jobim se había suicidado.
Cuestionada porque según su hija no se abrió siquiera un proceso de consultas para investigar el caso.
Sobre los motivos del secuestro con desenlace fatal, de las declaraciones sus familiares, especialmente su hija Lygia Jobim, se desprende que tuvo relación con informes sobre facturaciones en la hidroeléctrica que el embajador pretendía divulgar.
Lygia Jobim relata en la publicación que su padre, una semana antes de su muerte, viajó a Brasilia para asistir al acto de posesión del cargo del presidente João Figuereido y que allí mencionó que estaba escribiendo un libro acerca de los esquemas de corrupción vigentes durante el proceso de ejecución del proyecto hidroeléctrico binacional. Decía que contaba con suficientes pruebas de lo que estaba diciendo.
Antes vino a nuestro país
O Globo agrega que años antes –de 1979– José Jobim vino al Paraguay “en misión especial” para resolver la compra de unidades de producción de la hidroeléctrica y de la proveedora Siemens, que además suministró otros elementos a la entidad binacional.
Lygia Jobim, según el relato periodístico, explica que los documentos probatorios de las irregularidades en Itaipú su padre los tenía guardados en su casa, en una maleta de ajedrez, pero que tres años más tarde –1982– cuando ella y su madre, la embajadora Lygia Collor Jobim, reabrieron el caso, descubrieron que “los documentos había sido robados”.
Agentes oficiales destruyeron los documentos
“Yo puedo afirmar que quien mató a mi padre fue Itaipú. Quienes destruyeron las pruebas fueron agentes del Estado brasileño. Yo quiero el reconocimiento de responsabilidades. En Itaipú se gastaron nueve veces más hierro y veinte veces más concreto que en la construcción del túnel de Euro”, denuncia, según publicación de referencia.