Caacupeños viven en zozobra por el aumento de los hechos delictivos

Desde hace más de un año la capital espiritual no logra recuperar su tranquilidad, a causa de los asaltos y robos domiciliarios que se registran a diario. La mayoría de los hechos delictivos tiene como protagonistas a jóvenes y menores adictos.

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Los atracos se vuelven cada vez más violentos porque en su mayoría son protagonizados por adolescentes y jóvenes adictos a las drogas, que hacen lo que sea para conseguir dinero.

Los adictos en muchas ocasiones a plena luz del día ingresan a las viviendas particulares para llevarse cualquier cosa que puedan vender o cambiar por drogas. Los comercios también son constantes víctimas de lo que se consideran robos bagatelarios, que por lo general son realizados por menores de edad.

Los barrios más afectados son Kennedy, San Rafael, Daniel Escurra, San Blas, Santa María, Loma y Loma Guazú. También existen escuadrones de motochorros que perpetran los asaltos en algunas compañías, amparados por la poca iluminación y nula presencia policial, siendo los más asolados por los delincuentes: Costa Pucú, Aquino Cañada, Azcurra, Almada y Cabañas.

Hay familias que tuvieron que cambiar de domicilio, por los constantes asaltos violentos de los que eran víctimas ante la inacción de los organismos de seguridad.

Aunque se tuvo una época de más calma con la inclusión del grupo Lince, en los últimos meses, con la disminución del personal operativo, la situación volvió a empeorar.

El director departamental de la Policía Nacional, comisario Wildo Samaniego, expresó que cuenta con solo dos motocicletas y unos ocho efectivos para la realización de las patrullas, lo que resulta totalmente insuficiente para la cobertura de seguridad requerida.

Comisión de seguridad

La situación obligó a que en cada barrio se conformen grupos de vecinos de seguridad ciudadana que se organizan y salen a patrullar el barrio, deteniendo en muchos casos a adictos robando o asaltando, para luego entregarlos a la Policía Nacional. El problema es que los malhechores recuperan su libertad en cuestión de horas, ya sea por ser menores de edad, o porque lo robado se califica como insignificante o por falta de denuncias.

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