Una mujer –plenamente identificada por la producción de la radio ABC Cardinal– reveló que su hijo también fue víctima del exvicario de la parroquia de Paso Yobái (Guairá) Francisco Javier Bareiro, sobre quien ya pesan numerosas denuncias de acoso y abuso sexual ocurridos presuntamente entre 2011 y 2013. “Demasiadas víctimas hay acá en Independencia (distrito vecino a Paso Yobái). Mi hijo menor de edad fue víctima cuando tenía 15 años”, relató.
Junto al presbítero Gustavo Ovelar, quien entonces se desempeñaba como párroco de Paso Yobái, Bareiro fue denunciado por los abusos y acosos a siete adolescentes y jóvenes. Ambos religiosos pertenecen a la congregación Oblatos de María Inmaculada.
La madre del menor comentó que el sacerdote se fijó en su hijo cuando este acudió a un retiro antes de la ceremonia de su confirmación en la Iglesia Católica. “Fue a un retiro de tres días, y había sido fue con sacerdotes abusadores. Luego de los tres días regresó y dijo: ‘hay un padre que demasiado me quiere’”, relató la madre, quien comentó que la primera reacción fue de felicidad plena, ya que todos imaginaron que el líder religioso podría guiar al menor por buenos pasos. “Estábamos tan felices...”, recordó.
Luego de la confirmación, el párroco contactó nuevamente con el adolescente para invitarlo a otro retiro espiritual, e inclusive se ofreció a costear todo. “Vení, yo voy a pagar todo”, fueron sus palabras, según relató la mujer, quien señaló que el gesto fue bien recibido por la familia. “Somos una familia humilde y no teníamos cómo abonar”, explicó.
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Los favores del religioso inclusive incluyeron ir a buscarlo hasta su casa, distante a 30 kilómetros de la capilla principal. “A nuestra casa luego vino, y ya durante el retiro –cuando todos dormían bajo el tinglado–, le envió un mensaje: ‘Vení a dormir conmigo’”, detalló.
Ante este primer acoso, la víctima evadió respondiendo que prefería dormir con unos primos, quienes también fueron al retiro. Posteriormente, las presiones fueron acompañadas de regalos, pero aún la familia no tenía sospechas de otras intenciones. “Le regaló una camiseta, un rosario, un quepis, un teléfono... Estábamos tan felices, emocionados”, recordó.
Tras finalizar el retiro, el sacerdote volvió a contactar con el menor, esta vez con una propuesta diferente: ser su “guardaespaldas”.
“Estábamos tan felices porque un padre estaba interesado en un niño, y mal ejemplo no podía ser; siempre mi hijo le decía ‘padre’ y le pedía la bendición”, expresó la madre. Los contactos fueron asiduos y ya incluían pedidos de muestras de cariño. “Entró a su pieza y dijo: ‘¿Y después? ¿El abrazo y el beso?’”, refirió la mujer, quien además comentó que en una ocasión hasta lo subió a su regazo. “Ahí terminó todo, pensábamos que era tontería... Mi hijo no se daba cuenta”, agregó.
En un intento de acercarse aún más, llegaron invitaciones a viajes “religiosos” a Caacupé, Asunción y otros puntos en Guairá. “Permitíamos porque era un sacerdote; luego él le dijo que no le dijera más ‘padre’, sino ‘amigo’ o ‘capé’ nomás ya”, indicó en contacto con ABC Cardinal.
Los sucesos fueron empeorando, y en una ocasión el religioso aprovechó que tras una misa ya se hizo tarde e invitó al menor a quedarse a dormir, con la promesa de llevarlo nuevamente a casa a la mañana siguiente. “Mi hijo llamó y me dijo: ‘Mamá, el padre quiere que me quede nomás ya a dormir con él porque es tarde. Bueno, dijimos, y ahí empezó a dormir con él”, contó.
Esa noche en que el adolescente se quedó en casa del sacerdote, Francisco Javier Bareiro aprovechó para manosearlo y acosarlo hasta que la víctima tuvo que encerrarse en otra habitación, según la denuncia.
“Le manoseó mientras dormía. ‘Qué es eso, padre’, le reclamó mi hijo, y el padre se hizo el desentendido. Luego volvió a dormir y sintió que le desvestía. Entonces se levantó y fue a dormir al sofá, pero el padre fue otra vez hasta él, por lo que se encerró en una piecita”, detalló.
La víctima salió de su encierro a la mañana siguiente y se dispuso a ir orinar, pero nuevamente el párroco lo siguió hasta el baño. A su retorno, a casa, inmediatamente advirtió a su madre: “No vuelvas a comulgar con ese padre; sin embargo, no detalló el motivo. “Tenía vergüenza de mí, pero le contó todo a su padre”, relató.
Posteriormente, el religioso lo acosó con llamadas y mensajes de texto. “No nos dejaba dormir, le llamaba día y noche, le decía que quería hacerle el amor, que desde que le vio se enamoró; mi hijo se puso nervioso y discutieron por teléfono”, señaló. Tiempo después, el presunto agresor “hizo las paces” con la víctima y argumentó que le “tentaba nomás”. Pero ello ya no convencía a la familia. “Mi hijo lloró... Después se abuenaron, por semanas le llamaba, le cargaba saldo y le decía ‘yo te tentaba nomás, no te traumes’”, agregó.
Borrachera e intento de abuso
Tras retomar las “buenas relaciones” con la familia, Javier Bareiro volvió con las invitaciones para que el menor lo acompañara a las misas en el centro de Colonia Independencia. La familia accedió confiando en las buenas intenciones del religioso, pero todo terminó en un paseo a un balneario, donde intentó alcoholizarlo, según la denuncia.
Ese domingo, el menor salió de su casa en su motocicleta y se encontró con el párroco a unos 1.000 metros de la vivienda familiar. “Se encontraron, y él dejó la moto a un lado y subió con él (a su vehículo)”, detalló la mujer, quien comentó que en el trayecto el hombre se pasó preguntando al menor por algún balneario cercano.
“Le llevó hasta cerca de Coronel Oviedo, con una coleman (una conservadora) llena de bebidas alcohólicas; el padre ya estaba alcoholizado, pero mi hijo no sabía tomar, no tomaba luego. Posiblemente tenía intención de emborracharlo para violarlo”, señaló.
La víctima se enojó con el sacerdote ya que el trayecto a la iglesia terminó en una borrachera en un balneario, e inmediatamente contactó vía telefónica con su familia para que lo rescatara; sin embargo, el religioso “le amenazó de muerte”. “Mi hijo se enojó y ahí él (el sacerdote) le amenazó de muerte”, refirió.
Al llegar nuevamente a casa, el adolescente relató las amenazas y pidió urgentemente a sus padres que le firmaran un permiso para viajar al exterior para refugiarse. “ ‘Yo voy a Buenos Aires porque el padre me amenazó’. Mi hijo lloró, le hicimos su permiso y se fue, pero a los siete meses volvió”, detalló. Apenas retornó a Independencia, “el padre se enteró y en seguida comenzó a mensajearle nuevamente”.
Ante esa situación, la familia contactó con el sacerdote Francisco Carrillo, provincial de la congregación de los Oblatos de María Inmaculada, en busca de ayuda. Sin embargo, el cura intentó un “arreglo” para evitar un escándalo.
“Le citamos en nuestra casa y nos reunimos todas las víctimas, y él dijo que (Javier Bareiro) ya no volvería a la capilla... Nos dijo ‘¿no quieren hacer un arreglo amistoso con el padre Javier’”, recordó.
La familia ya no sabía a dónde recurrir, ya que al hablar con otras autoridades religiosas, estas restaban importancia a la denuncia. “Qué pio un sacerdote va a hacer eso”, fue la respuesta del coordinador de la capilla, rememoró.
