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GUARAMBARE (Higinio R. Ruiz Díaz, corresponsal). En medio del inmenso dolor que causa perder a un hijo a manos de delincuentes, los padres de la víctima –Manuel Cecilio Ledezma (20)–, acompañados de familiares y pobladores, exigieron justicia, el fin de la inseguridad y de la impunidad en todo el Paraguay.
A las 19:00 de ayer se realizó una misa en el templo local en memoria del joven asesinado la semana pasada en J. Augusto Saldívar. La celebración estuvo a cargo del párroco Marcos Wilk, quien en varios pasajes de su homilía pidió justicia y castigo para los delincuentes que acabaron con la vida del joven trabajador Ledezma.
Luego de la misa, un importante número de gente salió al patio de la parroquia y ahí realizaron un mitin para exigir justicia y castigo ejemplar para los delincuentes que mataron de un balazo al joven cobrador.
Entre los manifestantes se encontraban, además de los parientes de la víctima, sus amigos, vecinos y excompañeros de estudio. El discurso común fue el pedido de justicia y el fin de la impunidad y de la inseguridad en nuestro país.
Los amigos y excompañeros de clase de Ledezma coincidieron en señalar que él solo trabajaba pensando en la facultad y diplomarse en ingeniería electrónica, carrera que debía iniciar en febrero, pero una bala asesina le truncó el sueño. “Nosotros solo pedimos que se aclare y se castigue a los responsables, aunque ya no voy a recuperar a mi hijo y como cristiano le perdono a los asesinos, y que venga para ellos el castigo divino”, expresó el padre del joven, Salustiano Ledezma.
Recordó que su hijo se preparaba para estudiar ingeniería electrónica y que trabajaba para lograrlo, pero que dos delincuentes le arrancaron ese sueño y la vida la semana pasaba cuando intentaron asaltarlo frente a una casa a donde llegó para hacer el cobro de un documento, en J. Augusto Saldívar.
El joven trabajaba para una casa de electrodomésticos. El martes último, cerca de las 15:30, fue interceptado por dos delincuentes que se desplazaban a bordo de una motocicleta y él, en su afán de proteger el dinero ajeno, unos G. 250.000, los tiró a la casa y en ese momento le dispararon.