Toda una vida en el arte de tejer el tradicional sombrero de karanda’y

Petrona Jiménez Bogado (88) es una de las más reconocidas en el arte de tejer el karanda’y en la compañía Itapuamí de Luque. Pese a la falta de apoyo y de promoción por instituciones del Estado, la actividad subsiste y es fuente de ingresos de muchas familias de la zona.

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LUQUE (Gladys Villalba, corresponsal). Con una impresionante habilidad, doña Petrona Jiménez Bogado teje los finos cortes de palmas secas del karanda’y para dar forma a los tradicionales sombreros, actividad que aprendió en su niñez. Comentó que su madre Julia Bogado le enseñó el oficio, mientras su padre José Jiménez se dedicaba al cultivo de la caña de azúcar y otros alimentos.

La artesana nos recibió en su acogedora vivienda rodeada de naturaleza en la compañía Itapuamí, allí donde crió ocho hijos que le dieron más de veinte nietos y estos a sus bisnietos.

Entre el descanso de sus quehaceres cotidianos elabora un sombrero por día, comentó.

“Hay días que me entrego, pero hay días que estoy muy bien y entonces hago mis sombreros. Antes viajaba a varias ciudades del país y vendía mucho. Por ahora hago un sombrero por día y la terminación, los cortes y sellado hace otra persona. Yo tejo por completo. Siempre tengo pedidos”, relató.

Compra unas 50 ramas de karanda’y por G. 25.000. Para elaborar un sombrero se requiere de tres ramas, por lo que rinde 16 unidades del accesorio. Un sombrero terminado se comercializa a G. 10.000, dijo.

Señaló que el producto es cada vez menos valorado, tanto por la gente como por las instituciones. “Antes el valor era mayor porque la gente del campo utilizaba mucho y podíamos vender en buenas cantidades”, comentó doña Petrona.

También indicó que mientras pueda mover sus manos seguirá en el noble oficio.

Una de sus anécdotas tuvo lugar en Argentina donde vive su hija Isabel. Contó que en uno de sus viajes llevó un poco de karanda’y en su maleta para tejer y así entretenerse. “Me hice de la desentendida en la Aduana porque tenía miedo de que me saquen las hojas, pero ni me miró el guardia y llevé. Tejí varios sombreros y la gente quedó asombrada. Algunos compraban y otros solo miraban”, relató.

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