La República Popular de China (comunista) y el Vaticano rompieron lazos diplomáticos en 1951, pero desde la llega de Francisco, intenta mejorar relaciones.
Monseñor Vincent Guo Xijin, obispo de la Iglesia clandestina en Fujian, había sido nombrado por el Papa. Pero su cargo nunca fue reconocido por las autoridades chinas.
El papel de Guo era una de las principales cuestiones de las negociaciones. La Santa Sede le pedía desde 2017 que deje el cargo para facilitar los diálogos y normalizar las relaciones con Pekín.
Guo dijo que las Iglesias clandestina y oficial de la diócesis fusionarán.
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Los cerca de 12 millones de católicos chinos están divididos entre la asociación “patriótica”, controlada por Pekín, que no quiere influencias extranjeras, y una Iglesia “clandestina”, que reconoce solo la autoridad del Pontífice.
El Vaticano y China firmaron en septiembre un acuerdo provisional sobre la espinosa cuestión del nombramiento de los obispos. Francisco reconoció a 7 obispos designados de forma unilateral por Pekín.
China se comprometió a dejar de nombrar obispos sin el mandato papal –como ocurría en antes– pero será consultada sobre los candidatos.