El presidente sirio, Bachar al Asad, ya ha avisado que la guerra no terminará tras la victoria en Alepo.
“Para ser realistas, no significa el fin de la guerra en Siria, sino un paso grande hacia el final”, apuntó Al Asad, quien aseguró que nunca pensó en dejar zona alguna sin “liberar”, en una entrevista publicada la semana pasada en el diario estatal sirio Al Watan.
De la misma opinión es EE.UU., que reiteró que la caída de Alepo en manos de las fuerzas gubernamentales sirias no es el punto final a la guerra siria.
Desde Moscú, el presidente ruso, Vladímir Putin, consideró que “la liberación de Alepo de elementos radicales es un componente importantísimo de la normalización plena en Siria y también, confío, en la región en general”.
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Pero, por su parte, el líder del opositor Ejército Libre Sirio (ELS), general Ahmed Berri, recordó que no toda la provincia de Alepo está en manos gubernamentales.
El Ejército gubernamental inició una ofensiva el pasado 15 de noviembre en la mitad oriental de Alepo, que estaba dominada por los rebeldes, en la que arrebató a los insurgentes la mayoría de los barrios en su poder hasta dejarlos arrinconados y obligarles a aceptar un acuerdo de evacuación.
Berri reconoció que los opositores no pueden luchar contra el poderío de la aviación rusa, que respalda a los efectivos gubernamentales: “Por eso, tenemos una estrategia de ‘lucha de daños’, es decir, dondequiera que esté el régimen le golpeamos”.
Además de la lucha contra los rebeldes, también se combate contra los radicales islamistas que buscan crear un Estado regido por el fundamentalismo religioso.