BEIRUT (AFP). “Alepo es la verdadera bisagra de la guerra”, afirma el geógrafo francés y experto en Siria Fabrice Balanche.
El presidente Bachar Al Asad necesitaba esta victoria porque “sin Alepo, solo es medio-presidente”, señala el analista, aludiendo a la importancia de la segunda ciudad más grande del país y capital económica de Siria.
El golpe será considerable para los rebeldes porque “perderán su legitimidad”. “El mito de una rebelión moderada en Alepo capaz de representar una alternativa política y militar se ha terminado”, considera.
Desde el inicio de la contraofensiva del régimen el pasado 15 de noviembre, las fuerzas progubernamentales han recuperado el 85% de los barrios en poder de los rebeldes desde 2012.
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Fin de un símbolo
“La toma de Alepo representa un gran éxito para el régimen, e incluso si no recupera inmediatamente toda la ciudad, Alepo ya ha dejado de ser un bastión de la oposición”, afirma Yezid Sayigh, analista jefe del Centro Carnegie para Oriente Medio.
Para el investigador, la conquista de Alepo es “políticamente muy importante” y supone “partir el espinazo de la oposición armada”.
El Presidente sirio puede jactarse de controlar las tres principales ciudades del país –Damasco, Homs y Alepo– y la práctica totalidad de la llamada Siria “útil”, esto es, el oeste del país, dado que el resto es en buena parte desierto.
Sus aliados ruso e iraní también pueden reivindicar esta victoria.
En cuanto a los rebeldes, han perdido la simbólica ciudad cuya conquista en julio de 2012 les permitió posicionarse como una alternativa a las fuerzas de Damasco.
Y sus aliados, los países árabes, Turquía y Occidente, ya no están en disposición de venir a salvarlos.
