El dictador Nicolás Maduro, sucesor del fallecido líder Hugo Chávez, entregó el control de Petróleos de Venezuela (PDVSA) al general Manuel Quevedo en 2017 con la meta de elevar la producción en un millón de barriles diarios. Pero desde entonces el bombeo bajó en esa misma cantidad.
La corrupción fue determinante en el desplome de la industria que financia 96% del presupuesto nacional.
Una investigación del Parlamento cifró en US$ 11.000 millones las pérdidas por malversaciones en PDVSA durante la bonanza (2004-2014). El monto supera las actuales reservas internacionales del país: US$ 8.600 millones.
La congelación de los precios de la gasolina –casi gratuita– es otra sangría.
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Sin capacidad para cubrir la demanda, Venezuela importa combustible desde EE.UU., además del petróleo liviano indispensable para procesar su crudo pesado.
Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica, estima que 80% de la liquidez por ventas de crudo proviene de exportaciones a EE.UU., pues los envíos a aliados de Maduro como Rusia o China se dedican principalmente a pagar deuda.