Detectan rastros de microplásticos en las “entrañas” de los océanos

Un equipo de investigadores halló por primera vez microplásticos en las entrañas de minicrustáceos que viven a 11 km de profundidad, lo que demuestra que ningún ecosistema marino se libra de este tipo de contaminación.

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PARÍS (AFP). Los autores del estudio publicado en la revista Royal Society Open Science disecaron 90 especímenes de anfípodos lisianásidos, una especie de minúsculas gambas, que fueron recolectadas en el fondo de seis de las fosas oceánicas más profundas localizadas alrededor del Cinturón del Pacífico.

Nailón, polietileno, PVC, seda sintética... En total, 65 ejemplares, es decir, más del 72%, contenían al menos una micropartícula.

Y la contaminación concierne todos los lugares explorados: desde un mínimo de 50% de los especímenes recolectados a casi 7.000 metros de profundidad en la fosa de Nuevas Hébridas, hasta el 100% a casi 11.000 metros en la fosa de las Marianas, la más profunda conocida.

Tragarse una cuerda de dos metros

Cada año se producen más de 300 millones de toneladas de plástico, de las cuales una parte acaba en los océanos.

Según estimaciones científicas, unos 5 billones de trozos de plástico que pesan más de 250.000 toneladas flotan en la superficie, un material que acabará por degradarse en micropartículas que se hundirán en el fondo del mar.

Estudios previos habían evidenciado la presencia de microplásticos en los sedimentos marinos de casi 7.000 metros cerca de la fosa de las Kuriles y en los organismos que viven a 2.200 metros de profundidad en el Atlántico Norte. Pero la mayor parte de estudios se centran en la superficie.

Algunas de las fosas en las que vivían los ejemplares estudiados están separadas por varios miles de kilómetros. 

Y la contaminación no es nueva, puesto que las primeras muestras se remontan a 2008.

El impacto de la ingestión de las micropartículas por parte de estos organismos que se hallan al principio de la cadena alimentaria en los abismos es desconocido. Pero el riesgo de obstrucción es evidente.

“Es como si usted se tragara una cuerda de polipropileno de 2 metros y no esperara ninguna repercusión en su salud”, comenta el investigador.

Una vez dentro de la cadena alimentaria, “hay una gran probabilidad” de que se instale “un círculo perpetuo” por el que una presa transfiere los microplásticos a su depredador.

La ONU y las ONG declararon la guerra al plástico tratando primero de poner fin a la cultura de lo desechable.

Pero, lograr limpiar los océanos de los grandes volúmenes de residuos, se ve muy lejana.

Calamares, ¿la alternativa?

MADRID (EFE). Los calamares poseen un aro de dientes en la base de los tentáculos que sirve para agarrar y succionar a sus presas, que contienen una proteína con la que se pueden crear nuevos materiales biodegradables.

En base a esto, se ha desarrollado una alternativa sintética con la que no haría falta usar animales.

Los plásticos han mejorado la vida humana, pero no son sostenibles.

La próxima generación de materiales biosintéticos aportará los mismos beneficios, pero además serán ecológicos.

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