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WASHINGTON (AFP). Este escenario negativo en Venezuela es resultado de “significativas distorsiones microeconómicas y desequilibrios macroeconómicos exacerbados por el colapso de la exportación petrolera”, dijo el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A inicios de enero, el país disponía de unos US$ 9.700 millones de reservas y debía reembolsar al menos US$ 1.470 millones antes de fines de 2017, y luego 8.000 millones en 2018. S&P y la también calificadora de riesgo Fitch declararon a Venezuela y a PDVSA en default parcial en diciembre pasado.
El Gobierno chavista, en el poder desde 17 años, culpa a comerciantes y empresarios de la situación de hiperinflación.
En el otrora el país más rico de América Latina un salario mínimo apenas alcanza para alimentar a una persona una semana pese a los constantes incrementos decretados por el gobernante.
A la crisis económica, que golpea a la población con escasez de alimentos y medicamentos, se suma el conflicto político, sin visos de solución entre chavismo y la oposición.
Pese a participar de una mesa de diálogo con opositores en busca de una salida a la crisis, la oficialista Asamblea Constituyente aprobó celebrar elecciones presidenciales anticipadas; en una estrategia más del régimen para asegurar el poder.
El adelanto de los comicios, a su vez, parece haber descolocado a la oposición, que, fracturada y sin líder, corre a contrarreloj para definir con quién se enfrentará al presidente Maduro.
Con los principales líderes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles y Leopoldo López, inhabilitados las divisiones son evidentes y la posibilidad de llegar a un consenso se aleja.