WASHINGTON (ANSA). Con esta confirmación se dice no a la “revuelta” deseada por muchos, no al amotinamiento, no a la “crisis de conciencia” de último momento.
Donald Trump superó así la última prueba electoral antes de jurar como el 45º presidente de Estados Unidos el próximo 20 de enero.
Sin embargo quedan las dudas sobre cuánto las ciberintrusiones dirigidas por Moscú –reconocidas por la inteligencia estadounidense– pudieron influenciar en el proceso electoral.
¿Un voto “distorsionado” entonces? La última palabra es posible solo después de una profunda investigación del Congreso, al menos según un grupo de senadores –tanto demócratas como republicanos– que pidieron a viva voz la creación de una Comisión de Investigación en el Capitol Hill.
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Los responsables de la iniciativa son el senador republicano y excandidato a la presidencia John McCain (entre otros crítico de Trump durante la campaña electoral) y de Chuck Schumer, líder de la minoría demócrata en el Senado.
Para los decepcionados, sería esta tal vez la última esperanza de aferrarse a evitar una presidencia de Trump, es decir probar –datos en mano– que el magnate ganó las elecciones gracias a aquel empuje ruso.
No lo piensan así los grandes electores, aparentemente impermeables a las repetidas apelaciones de los últimos días y también a algunas protestas de activistas cerca de algunos parlamentos locales donde se emitió el voto.
Un grupo de activistas demócratas de todo el país esperaba convencer a un número suficiente de republicanos para que cambiaran de bando y votaran por Hillary Clinton, quien ganó el voto popular en la elección del 8 de noviembre. Al final, sin embargo, hubo más demócratas que republicanos rompiendo filas con su partido.
En Texas hubo “revuelta” en dos filas sobre el frente republicano. Entre ellos con toda probabilidad Christopher Suprun, quien había informado su intensión de ignorar el resultado de las urnas no votando a Trump.
Luego de que el Colegio Electoral confirmará su victoria, el presidente electo prometió unificar a un dividido EE.UU.
El magnate ganó por escasas mayorías en algunos estados, pero perdió por casi 3 millones en el voto popular frente a la candidata demócrata Hillary Clinton, lo que ha creado dudas sobre la legitimidad de su victoria.
Los votos del Colegio Electoral
WASHINGTON (AFP). Los 538 grandes electores del Colegio Electoral se reúnen en la capital de cada estado para designar al ganador de los comicios de noviembre pasado en Estados Unidos.
Un candidato debe obtener la mayoría absoluta, es decir 270 grandes electores, para acceder a la Casa Blanca. En total son 538.
El sistema está vigente desde la Constitución de 1787, que establece las reglas de la elección presidencial con base en el voto universal indirecto en una sola vuelta.
En su mayoría legisladores locales y dirigentes estatales de sus partidos, sus nombres nunca aparecen en las papeletas de votación y en su gran mayoría son desconocidos para la opinión pública.
Cada estado tiene igual número de grandes electores como legisladores en la Cámara de Representantes (un número que depende de su población) y en el Senado (donde hay dos fijos por cada estado).
En las elecciones del 8 de noviembre, el republicano Donald Trump obtuvo una mayoría de los grandes electores (306), pero su rival demócrata Hillary Clinton recibió más votos en las urnas, una diferencia de cerca de 2,5 millones.
En la Constitución y la ley federal no hay nada que obligue a los grandes electores a votar por uno u otro candidato. Algunos estados los obligan a respetar el voto popular, pero otros no.
A lo largo de los años algunos casos aislados se han registrado, pero jamás alteraron el resultado final de las elecciones.
Si bien la votación se definió ayer, los estados tienen hasta el 28 de diciembre para transmitir los certificados de voto al Congreso y a los Archivos nacionales, que los pondrán en internet en tiempo real.
El nuevo presidente será anunciado oficialmente por el Congreso el 6 de enero tras el recuento oficial de votos.
