CIUDAD DE PANAMÁ (AFP). Antes de su regreso a Roma, el Papa celebró una misa multitudinaria para clausurar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Unas 700.000 personas se congregaron ayer para asistir a la última misa del Papa en el Metro Park, en las afueras de Panamá.
Francisco exhortó a las nuevas generaciones de católicos a no dejarse “adormecer” e impedir que sus sueños pierdan “vuelo”.
Destinado en principio a tratar el drama de los migrantes, el viaje del Pontífice tuvo dos inesperados coprotagonistas: la compleja situación en el país petrolero y el impacto del bochornoso expediente de abusos sexuales y su encubrimiento en el clero.
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Durante la oración del Ángelus de ayer, el jefe del Vaticano clamó por una “solución justa y pacífica” en Venezuela, sumergida en una grave crisis que divide a las potencias del mundo, así como condenó el “odio terrorista” en Colombia tras un reciente ataque con coche bomba.
Francisco evitó alinearse con algún bando, una posición que contrasta con las duros cuestionamientos que ha formulado contra el chavismo en el poder la Conferencia Episcopal Venezolana.
Iglesia herida
El Papa no solo tuvo que encarar la súbita agudización de la crisis venezolana. También se vio alcanzado por la alargada sombra de los abusos sexuales del clero.
Admitió ante la comunidad religiosa que la Iglesia está “herida por su pecado”, antes de una crucial reunión convocada entre el 21 y 24 de febrero por Francisco para tratar los escándalos de pederastia y su encubrimiento.
Desde las primeras revelaciones en el año 2000, el escándalo ha venido creciendo y el año pasado estremeció a la Iglesia en Chile, Estados Unidos y Alemania.
