Durante su tercer día de visita a Panamá, donde encabeza la Jornada Mundial de la Juventud, el pontífice también reprochó los “muros invisibles” que dividen a la sociedad entre “buenos y malos”.
Su mensaje resuena fuerte en una América Latina, la región con más católicos, enfrentada a un movimiento migratorio sin antecedentes.
Caravanas de centroamericanos desafían el empeño del presidente de EE.UU., Donald Trump, de levantar un muro en la frontera con México para frenar la inmigración ilegal.
“Queremos ser la Iglesia (...) que no estigmatice y menos generalice en la más absurda e irresponsable condena de identificar a todo emigrante como portador de mal social”, enfatizó.
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Reiteró su compromiso de “acoger, proteger (...) e integrar” a las personas que son forzadas a huir por la violencia y la falta de oportunidades como en el caso de Centroamérica, o por el colapso económico y político en Venezuela.
