“Detectamos cambios importantes en los impactos climáticos para un mundo con un alza de 2ºC, así que debemos tomar medidas para evitarlo”, explica a la AFP Dann Mitchell, profesor en la Universidad de Bristol y autor principal del texto que abre un número especial de la revista británica Philosophical Transactions of the Royal Society A”.
Más de dos años después de la firma del acuerdo de París, que buscaba mantener el alza de las temperaturas por debajo de los 2ºC, o incluso 1,5ºC, respecto a la era preindustrial, la veintena de estudios publicados comparan las consecuencias de ambos escenarios.
“Uno de los desafíos tiene que ver con la velocidad a la que alcanzaremos +2ºC”, añade Mitchell. O en otras palabras, el tiempo que tendremos para adaptarnos a las múltiples consecuencias del calentamiento global. El grupo de expertos del clima de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) debe publicar en octubre un informe sobre un mundo con un alza de las temperaturas de 1,5ºC.
El proyecto de texto consideraba sin embargo en enero que, dados los compromisos actuales de los Estados y las tendencias de emisiones de CO2 (dióxido de carbono), era “extremadamente improbable” alcanzar ese objetivo.
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Aunque el aumento de las temperaturas se estabilice en +1,5ºC o +2ºC, el nivel del mar seguirá subiendo “durante al menos tres siglos”, entre 90 y 120 cm de aquí al año 2300, provocando inundaciones, erosión y salinización de las capas freáticas.
Si se cumplen las previsiones más optimistas, las islas del Pacífico, el delta del Ganges y las ciudades costeras tendrán tiempo para construir diques o desplazar sus poblaciones.
En caso de no hacer nada para limitar las emisiones de CO2, el alza media del nivel del mar, provocada por el deshielo de los glaciares y la dilatación del agua, alcanzará 72cm de aquí al año 2100.
Pero esa perspectiva se retrasaría 65 años si las temperaturas suben 2ºC, y 130 años si aumentan en 1,5ºC. “Los impactos para el siglo XXI pueden aplazarse más que evitarse”, señalan investigadores. Así que la “adaptación es primordial”, insiste Robert Nicholls, de la Universidad de Southampton.
