WASHINGTON (AFP, ANSA). Su principal asesor, Steve Bannon, es la ruptura con el aparato por la que el magnate hizo campaña –es de extrema derecha– y Reince Priebus es el aparato al que retó y ganó en estas elecciones.
El nombramiento de Bannon ya causó controversia, por ser una figura que tiene el nacionalismo blanco como valor fundamental.
Para las organizaciones de derechos civiles, líderes demócratas y estrategas republicanos contrarios a Trump, la elección de Bannon confirma los peores temores de que el magnate llevará al Despacho Oval la retórica racista y sexista de su campaña.
Priebus, su jefe de gabinete, es un político que lidera desde 2011 el Comité Nacional Republicano y está muy bien conectado con las mayorías conservadoras en el Congreso, además de ser amigo del presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan. El cargo al que accede es considerado como la mano derecha del presidente y el “guardián” de la Casa Blanca.
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Preibus dibujó las prioridades de los cien primeros días de gobierno de Trump: combatir la inmigración clandestina, bajar los impuestos, definir su política internacional y reformar el sistema de salud de Obama.
Con Bannon y Priebus, dos personajes antagónicos pero que ya trabajaron juntos en la campaña, el presidente electo hace equilibrios para mantener encendido el movimiento populista que le llevó a la presidencia y se reconcilia con el aparato del partido que deberá dar luz verde a sus propuestas en el Congreso.
Desde su triunfo, Trump ha suavizado una de sus principales promesas de campaña: de construir un muro a lo largo de la frontera con México para mantener fuera a los inmigrantes ilegales. También, junto con sus asesores ya había indicado que podría ceder en temas como salud y la designación de un fiscal especial para investigar a la excandidata presidencial Hillary Clinton.
Respecto al nombramiento de jueces para la Corte Suprema, Trump dijo que dará prioridad a los que sean contrarios al aborto y que defiendan la normativa vigente sobre el acceso a las armas. “Los jueces serán pro vida” y “muy favorables a la Segunda Enmienda” de la Constitución, que garantiza el derecho de los estadounidenses a poseer armas de fuego.