Alertada por los vecinos, la defensora de la niñez Marina Soerensen se constituyó en el lugar y, por disposición de la jueza Cristina Escobar, trasladó al niño y lo derivó al hogar del padre Trento, Casita de Belén.
Fotografías proporcionadas por vecinos impresionan por el estado de dejadez en que vivía el niño, al que la madre vestía de mujer porque decía que era “nena”.
La criatura tenía piojo, piques y hasta pulgas y garrapatas, y ahora se realizarán los estudios para determinar su estado de salud.
En la casa, en medio de cuadros de santos y velas de distintos tamaños, predominaba un olor hediondo, a causa de heces de humanos y animales, comidas en estado de descomposición, perros y gatos, según relataron los agentes intervinientes.
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