Don Pablo se fue sin poder vender su café

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Máximo Benítez, cariñosamente conocido con los apodos de “don Pablo” y “Pelé”, falleció ayer a sus 66 años, en un bus de la Línea 56, el que había abordado con sus dos bolsones con termos de café que se disponía a vender en el Palacio de Justicia. El sexagenario sufrió un infarto, probablemente causado por la angustia de un inminente desalojo de la plaza donde ofrecía café y jugo, del cual fue notificado un día antes.

Pese al escaso movimiento durante la feria judicial, don Pablo no cesó su rutina. Se levantó a las 2 de la mañana, preparó café y jugo, los distribuyó en varios termos que ocupaban dos bolsos y dos horas después subió a un bus de la Línea 56. El viaje más largo de su vida fue el más corto a la vez. Se desplomó ni bien abordó el rodado, en Villa Laurelty de San Lorenzo, víctima de un infarto mortal.

La súbita muerte de don Pablo impidió que la Plaza de la Justicia fuera escenario de la más cruel de las injusticias: el desalojo de un trabajador, por el “delito” de querer trabajar.

El motivo del quebranto del cafetero estaba plasmado en la circular Nº 8, con que lo notificaron el martes pasado. En el documento, la Comisión de Gerenciamiento de la Plaza de la Justicia informa la decisión de “no hacer lugar al pedido de legalización solicitado” y comunica que a partir del 2 de enero deberían desalojar los lugares ocupados de manera irregular. La nota advierte, además, que en caso contrario, “se tomarán las medidas legales pertinentes”.

La circular, firmada por los titulares de la Dirección de Administración de Personal, Lic. María Rosa Szarán; de la Dirección de Prevención de Asuntos Internos de Seguridad, Freide Amarilla; de Asuntos Jurídicos, Abog. Pedro César Irala; de la Dirección General de Recursos Humanos Abog. René Genes Faraldo, y de la Dirección de Desarrollo de Recursos Humanos, Abog. Gerardo Kuster, comunica lo resuelto por el Consejo de Superintendencia de la Corte Suprema de Justicia, según acta Nº 77, del 9 de diciembre del año pasado.

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“Él era mi sostén, mi mano derecha, mi todo” dijo entre lágrimas Magdalena Villalba, de 54 años, que este 10 de febrero iba a cumplir 32 años de vida en común con don Pablo. Aquejada por problemas de la columna y de presión alta, este último obligó su internación en diciembre último, la viuda no entiende por qué no le dejaban trabajar a su marido.

“Él solo quería trabajar, pero no querían que esté, nunca dijeron por qué”.

Justamente lo más absurdo de la negativa es que no tiene explicación alguna de las autoridades del porqué. Este sería el segundo “desalojo”, pues en agosto del 2014 se le prohibió a don Pablo ingresar al Palacio, donde llevaba casi 50 años de recorrer los pasillos para ofrecer su café y desde entonces pedía regresar, sin éxito.