El caso Palmieri: plagio, muerte y persecución

El año 1982 marcó un antes y un después en la familia Palmieri-De Finis. El 17 de enero, en Salto del Guairá, falleció ahogado el hijo menor del matrimonio, Luis Fernando, de 7 años, al soltarse uno de los puentes que cruzaban los saltos. El 22 de marzo, su hijo Mario Luis, de 14 años, fue secuestrado del colegio San José y su cuerpo sin vida, encontrado seis días después, en un camino vecinal de la compañía Maramburé, de Luque. Hoy día, un empedrado enterró todo vestigio del lugar donde se produjo el fatídico hallazgo, pero no pudo borrar su recuerdo. Los vecinos lo consideran como un ángel.

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El secuestro y asesinato del estudiante Mario Luis Palmieri de Finis, ocurrido en marzo de 1982, fue uno de los casos que más conmovieron nuestra sociedad.

Contrariamente a las desgraciadas circunstancias de la muerte del estudiante, cuyo rostro fue desfigurado con ácido, su recuerdo está asociado a la bondad, pues la gente lo venera como a un ángel milagroso.

Desde la despensa Palmieri, ubicada en la calle conocida con el mismo nombre, que alberga el nicho dedicado al infortunado niño, doña Dora Cardozo da fe de los milagros que le atribuyen.

“Es muy milagroso, cura muchas enfermedades”, afirma la comerciante, tras comentar que hay gente que viene desde la Argentina para pedir sus favores.

Doña Dora explicó que cuando se instaló en el inmueble el nicho ya estaba ahí. El mismo fue construido por iniciativa de la anterior propietaria del local, con ayuda de los vecinos, tras el anuncio de que la obra vial iba a pasar justamente por el lugar donde estaba el panteón que construyeron en el lugar del terrible hallazgo.

Decidida a recordar a Mario con alegría, el día de su cumpleaños la comerciante hace dos tortas e invita a los niños del barrio.

“Anteriormente tenía un lindo panteón. Hermoso era y después la gente que venía nomás ya limpiaba, y todos los árboles habidos y por haber que había alrededor pelaban y llevaban la cáscara porque decían que era milagroso y ese panteón grande que él tenía estaba repleto de placas de agradecimiento”, comentó Zulma Ortellado, hija de Florentín Ortellado, uno de los que encontraron el cuerpo.

Indicó que también había una copa de vidrio con un mechón de pelo del niño, que al igual que las numerosas placas, fue llevado por desconocidos.

“El panteón era como un baño normal, era alto y tenía tipo mesada en el frente y todo de vidrio, todos los vecinos colaboraron para eso y se llenaba de placas y por fuera también colgaban. (...) Se le traía muchísimas flores, se le cuidaba muchísimo, muchísimas visitas tenía”, recordó.

Foto: Silvio Rojas abenitez@abc.com.py rferre@abc.com.py

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