Internos sacan a luz su vocación hacia la música

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Un grupo de internos de las cárceles de Emboscada y el Buen Pastor hallaron en la música un motivo no solo para desahogar sus penas y hacer frente al hecho de estar privados de su libertad, sino también para sacar a luz ese talento que tenían oculto dentro de su alma.

La maravillosa experiencia en el mundo de la música de 180 reclusos de la Penitenciaría Regional “Padre Antonio de la Vega” de Emboscada y el Correccional de Mujeres “Casa del Buen Pastor” rindió sus primeros frutos con el lanzamiento del primer material discográfico titulado “Sonidos de Libertad”, lanzado el año pasado como parte del proyecto “Sonidos de la Tierra”, que fue financiado por el banco Itaú.

El álbum incluye algunos temas que son de la autoría de los internos, como “La Verdadera Batalla” de Inta Bronica, una interna oriunda de Letonia (Europa Oriental) que fue condenada a diez años de prisión por tráfico de drogas, “La Tormenta Pasará”, de Patricia Solís, y “Triste Añoranza”, de Rosalía Barúa.

“A mí siempre me gustó la música, pero nunca tuve la oportunidad de aprenderla hasta que llegué aquí. Te hace sentir bien y liberada. Tocamos polcas, guaranias y baladas”, manifestó Liz Maida Espínola Sugastti, una de la internas del Buen Pastor.

Espínola Sugastti, condenada por microtráfico, es primera voz del coro “Fem”, integrada por las reclusas del correccional femenino.

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La coordinadora de “Sonidos de la Tierra” en el Buen Pastor es otra interna, Blanca Estigarribia, quien señaló que a partir del 2014 se implementaron los cursos de guitarra y que están en la mira otros proyectos. Para ellos se solicitó la donación de 15 guitarras y está en proyecto el aprendizaje de la ejecución de más instrumentos como arpas y flautas.

Exitoso resultado

El interno Braulio García, quien trabaja en la coordinación de los trabajos de enseñanza musical en la cárcel de Emboscada, destacó el resultado exitoso en la inculcación de la música en la gente privada de su libertad, al poner como ejemplo el hecho de que ninguno de los convictos que hicieron su paso por la Sala de Música volvió a pisar un centro de reclusión.

“El mundo de la música permite a los reclusos desahogar sus penurias por las ansias de libertad y aprender nuevas experiencias. El resultado es tan positivo que ninguno de los que salieron de la Sala de Música es reincidente”, indicó.

A diferencia de los que acontece en el Buen Pastor, los convictos de Emboscada tienen la oportunidad de aprender la ejecución de instrumentos musicales, como la guitarra, la batería, el órgano y el violín.

“Tenemos que tener en cuenta que ellos entraron por errores cometidos en la vida y a través de la música expresaron su arte. También hallaron la forma de distraerse y encontrarse a sí mismos, mediante la capacidad de cantar y ejecutar instrumentos”, dijo Christian González, director del penal de Emboscada.

“Ser como Berta Rojas”

María Antonia Godoy, quien guarda reclusión en el Buen Pastor por microtráfico, manifestó que el mundo de la música ofrece una oportunidad que afianza su capacitación y libertad interior, gracias al proyecto “Sonidos de la Tierra”. Integra el coro “Fem” del correccional de mujeres, quiere estudiar guitarra y desea ser una gran concertista como Berta Rojas, a quien considera un modelo a seguir.

“A través de la música se va ampliando nuestro campo de capacitación y de libertad. Aconsejo a las internas que acepten esta herramienta para la reinserción social. Tal vez el día de mañana salgan de aquí concertistas que lleguen a ser grandes como Berta Rojas. Sería muy bueno ser como ella”, afirmó.

Pasión por el heavy metal

José Guillén purga una condena por robo en la cárcel de Emboscada. Se unió al grupo “Sonidos de Libertad” junto con otros reclusos, lo que le permitió desarrollar un talento que hace poco lo desconocía: la ejecución de la batería. Manifestó que su pasión es el rock antiguo y que sus grupos favoritos son Led Zeppelin y Deep Purple.

“Aprendí acá hace ocho meses. Me encanta, por lo visto nací para tocar esto porque apenas empecé mis primeros golpes en la percusión lo sentí en el alma. Mi estilo general es el rock antiguo. Estoy muy contento con mis compañeros de la sala de música y es muy primordial para mi proceso de rehabilitación, porque sino sentiría que sigo en la cárcel”, manifestó.

“Es lindo aprender algo”

Braulio Ledesma manifestó que siempre le gustó la música, pero que nunca tuvo la oportunidad de aprenderla hasta que llegó a la cárcel de Emboscada. Fue entonces que pidió al profesor Miguel Ángel Soerensen para que le enseñara a tocar el órgano, aunque dijo que su instrumento favorito es el arpa.

“Es muy lindo pasar el tiempo aprendiendo algo; es bueno recurrir a la música como parte del programa de rehabilitación social, porque una vez que salgamos de aquí tendremos algo a qué dedicarnos. Siempre me gustó la música; mi hermana es pastora de una iglesia donde hay muchos instrumentos. Mi papá me inculcó hacia el arpa, pero nunca tuve tiempo de aprenderlo. Ahora sí puedo y me incliné por el órgano”, indicó.

cazenave@abc.com.py

FOTOS: Carlos Schatebehk y Juan Ramón Ávila.