El primer “error” de la Justicia paraguaya en el caso de Marcelo Piloto fue no haberlo expulsado inmediatamente después de ser capturado. Pese a que tenía pendiente una elevada condena en el Brasil, la Fiscalía de Paraguay le abrió un proceso por violación de identidad y tenencia de arma de fuego, delitos menores.
El criminal fue recluido inicialmente en la cárcel de Emboscada y después fue llevado a la base policial Agrupación Especializada, al detectarse que había un plan para tratar de huir. Como ya era inminente su extradición, Marcelo Piloto organizó otro operativo, que fue encabezado por su novia y quien, sin embargo, cayó presa junto a otros cuatro brasileños que tenían un arsenal de armas de guerra.
Después el capo apeló al mismo libreto de Jarvis Chimenes Pavão, consistente en enviar mensajes al Gobierno a través de la prensa y de declararse culpable del tráfico de drogas y armas en el país.
Como parecía que no le iban a seguir el juego, mandó preparar un coche bomba, que fue descubierto, y luego mató a una joven a quien contrató para que lo visitara. Tras esto, fue expulsado por el Gobierno.
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