Por despecho mató a sus tres hijos para vengarse del padre

El 15 de enero de 2003 una humilde vivienda de la compañía Capilla Cue, de Piribebuy, fue escenario de un triple crimen sin precedentes en aquel entonces en nuestro país. Tres hermanitos, de 4 y 3 años de edad y de 9 meses, fueron asesinados por su propia madre. El motivo de la barbarie: despecho.

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En la fecha indicada, a eso de las 05:00, Egidio Caballero llegó a la casa donde vivían sus hijos con la madre, Sonia Isabel Aguilera, a tan solo cuadras de su domicilio. Lo hizo a pedido de la propia mujer, quien le pidió un día antes que la acompañara al médico.

La pareja vivía separada a causa de las constantes peleas y episodios de violencia familiar, pero Caballero visitaba a las criaturas y las asistía económicamente.

Al ingresar a la vivienda el padre se encontró con un cuadro desgarrador: en una cama, Nidia Vanina (4) y Alexis Gabriel (3), en medio de un gran charco de sangre. En la cuna contigua, Fabricio Iván Caballero, de 9 meses, en las mismas condiciones. Todos tenían las bocas tapadas con cinta de embalaje y cortes en el antebrazo.

Dos de las víctimas tenían secreción espumosa en las fosas nasales y la boca, una característica de muerte por intoxicación, según el médico forense Nelson Fernández Meza. En el lugar se encontró un frasco vacío y ensangrentado de derivados de xylocaína.

La madre se hizo también algunas heridas cortantes en las muñecas y el cuello, sin profundidad.

“Lo hice por rabia a mi marido (por su concubino). Estaba descontrolada, no sabía en ese momento lo que estaba haciendo. Ahora estoy arrepentida, pero ya no quiero nada más con Egidio. Le tenía rabia porque él me engañaba”, declaró Sonia, tras detallar cómo puso fin a la vida de sus hijos. La hija mayor, entonces con 7 años, se salvó porque se había quedado a dormir en la casa de un familiar el día anterior.

En sendas cartas de despedida, en un cuaderno de 20 hojas, la mujer explicó los motivos que la impulsaron a tomar la criminal determinación. En la misma acusa a su concubino de haber intentado abusar de una hija suya de 7 años y de tener relaciones con otras dos mujeres. La homicida escribió otras “despedidas” dirigidas a su pareja, con lápiz labial, en el vidrio del ropero y en las paredes.

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