Podemos imaginar algo de lo que los discípulos de Jesús sintieron después de la muerte de su Maestro, pues estaban encerrados; el anuncio de la resurrección se hizo a partir de unos pocos, luego Jesús mismo se aparece a los suyos, todavía a puertas cerradas; y no terminaban de convencerse de la presencia gloriosa del Maestro, pero comienzan a entender, a recordar todo lo que Él les había dicho.
Hoy estamos en un contexto en el cual nuestra alegría por el hecho histórico de la Resurrección, en algunos, permanece intacto y se renueva, para otros es un sabor agridulce e incluso incongruente con la situación social o por algún tipo de pérdida que se haya sufrido. Y en seguida podemos notar, de manera especial en este contexto actual, que la vida es siempre un claro-oscuro, una mezcla de luces y sombras, una mezcla de colores que se mueven en forma circular de tonos oscuros a tonos más claros según nuestra realidad y la carga emocional que le demos, y que, en medio de todo eso Jesús nos dice: “Yo vencí a la muerte, vencí a los tonos oscuros, a las sombras, a la muerte, al mal… Yo pasé, por amor a ti, por la muerte, para hacer de ella una puerta, a una vida gloriosa, y no un punto final para la vida del hombre, y te esperaré de brazos abiertos, si aceptas mi Palabra en esta vida e intentas amar como Yo los amo”.
Así es como todo cobra sentido en esta vida, pues todo lo que ocurre nos vale para hacer la experiencia de vivir, desde la fe, este tiempo terrenal que nos prepara para la vida eterna, y esta esperanza se convierte en fortaleza para la vida ordinaria, pues nos ayuda a enfrentar todo, especialmente las adversidades que parecen atentar o contradecir lo que el Señor ha hecho y nos ha revelado.
La Pascua (del hebreo: saltar o pasar de un salto), para los cristianos, en el contexto actual, se llena de sentido, pues nos exige mirar la realidad de otra forma, nos exige dar ese paso, de un salto, a la fe en la Resurrección, es decir, a vivir de una manera más consciente de que el hombre no fue llamado a la vida solo para “cumplir” un tiempo en este mundo, sino que está llamado a, por medio de las situaciones que se nos presentan, hacer un camino de peregrinación hacia la vida eterna, y en el camino desear encontrarnos con ese Jesús del que nos hablaron, así como Pedro y Juan que corren al sepulcro a ver lo que había pasado, y viendo, creyeron.
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Este deseo se alimenta con el ponerse en camino, es decir, movernos, en la vida, para hacer obras de caridad, que hace realidad el mandamiento del Señor: “ámense los unos a los otros…”, y así también podemos experimentar, desde ya, la vida en abundancia o vida plena que Jesús nos promete.
¡Feliz Pascua!, porque la vida siempre tiene sentido, un nuevo y permanente sentido, que resiste a cualquier adversidad: Jesús resucitó para nuestra salvación y sus promesas siguen intactas a pesar de los pronósticos negativos que podamos encontrar; nos toca hacer nuestra parte, siendo anunciadores de esta Buena Nueva, con nuestra vida y si es necesario con nuestras palabras.
¡Paz y bien!
