Cuando hablamos de seres que se quieren, nos referimos a sentimientos, momentos en común, pequeños y fundamentales detalles. Un gesto, una caricia, una flor, sonrisas o lágrimas. Acerca de ello nos hablan tres matrimonios felices, desde la mirada de un tiempo en el que más son quienes se separan, y menos aquellos que se unen.
Raquel y Javier
María Raquel Bertrán Sisa y Fernando Javier Lacognata Casamayouret llevan 25 años de romántico y divertido matrimonio. Se conocieron hace 30 años en la facultad de Ciencias Contables, y la boda fue en la iglesia María Auxiliadora.
Él, un hippie total en aquella época, ella, lo opuesto. Cumplieron la regla: los polos opuestos se atraen. Incluso en el tipo de sangre Javier es A (-) y Raquel, A(+). Padres de Andrea (22) y Constanza (15), se sienten felices, aunque no todo siempre fue color de rosa. “Ahí están los condimentos de vivir en pareja, y lograr la satisfacción de superar. No hay fórmulas, siempre que haya una base sólida, el amor, que se debe cuidar. Depende de cada pareja y sus personalidades”, afirma Raquel.
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Resaltan ambos que la picardía, el buen humor, los acuerdos pactados son esenciales. El sábado es para los dos, el viernes se dedica al espacio personal, y ¡cuidarse física y espiritualmente es vital! Para atraerse mutuamente, en un matrimonio donde el respeto y la admiración “sigan tan campantes, para enfrentar los desafíos propios de la vida”.
Belén e Ismael
Hace cinco meses se casaron María Belén Rodríguez Fantilli e Ismael Mauricio Torres Obregón, en la iglesia de San José. Se conocieron en el 2010. Belén trabajaba en una organización social que brindaba talleres para periodistas. Asistió a uno de los cursos Ismael, comunicador.
Por muchos años fueron solo buenos amigos, y luego dicha amistad se convirtió en sincero amor. Ismael y Belén estuvieron separados los seis primeros meses de su noviazgo. Él fue a estudiar a Madrid al usufructuar una beca. “Al principio no fue fácil, pero con dedicación y compromiso, pudimos salvar las distancias”, recuerda ella. Luego, él volvió al país, y el amor se fortaleció aún más.
Ambos afirman que los unió y ayudó mucho su grupo de oración. Participan activamente cada semana, en ese ámbito hallaron amigos que son como hermanos, y sobre todo –opinan– encontraron “la base para construir una relación sólida en el verdadero amor: Dios”.
Saben que el matrimonio exige compromiso y dedicación.
Dora y Paulino
En la iglesia parroquial Virgen de la Candelaria, de Capiatá, dijeron “Sí, quiero” Adoralicia Ortiz Cañete (de Cañada de Lourdes, distrito de 25 de Diciembre, Dpto. de San Pedro) y Paulino Benítez Román (de Dr. Juan Manuel Frutos, Campo 9, Caaguazú), el sábado 6 del mes en curso.
Se conocieron en junio del 2010, durante el Mundial de fútbol. “Éramos vecinos, y nunca nos vimos antes. Nos hicimos amigos, intercambiamos números de teléfono y luego mensajeamos. Pasaron tres meses y elegimos ser novios”, cuenta Dora (ese es su cariñoso apodo).
“Me enamoré de él porque siempre es muy bueno y muy atento. Me enamoré perdidamente de él”, resalta Dora, y Paulino agrega: “La amo por su manera de ser, siempre alegre, sonriente, conversadora”.
Convivieron desde febrero del 2011, y decidieron casarse en setiembre del 2015.
A Dora le encantó que Paulino, al celebrar un Día de los Enamorados, le regalara una canasta de desayuno con chocolates, café, panecillos, mermelada y sus preferidos, los turrones.
Muy enamorada, concluye: “Somos muy compañeros, muy amigos, nos entendemos muchísimo, conversamos un montón, y nos llevamos muy bien, gracias a Dios. Es el hombre que yo esperé hasta los 29 años. Es el único que me comprende, me entiende y me acepta tal cual soy”.
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