Analizarán la realidad nacional y el protagonismo de la Iglesia Católica

Los obispos del Paraguay inician hoy y llevan hasta el viernes su última asamblea en la casa de retiro Emaús de Luque. La Iglesia local parece estar estancada, porque nuevamente fue marginada del colegio cardenalicio, su jurisdicción eclesiástica no crece y tampoco llegan los nuevos obispos. También analizarán temas referentes a la situación social y a la violencia.

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El cónclave de la Conferencia Episcopal Paraguaya se realiza en un momento difícil del país y especialmente de la Iglesia. En el ámbito social, la población está soportando un estado de violencia sin precedentes, de asaltos, robos, secuestros y asesinatos. Actualmente el robo de un celular puede costar una vida. En el norte recrudecen los secuestros. Cuatro familias actualmente sufren las consecuencias de este flagelo.

En el campo político, recientemente gracias a las redes sociales y a la prensa se logró abortar un intento de violación de la Constitución con la introducción de la reelección a través del camino torcido de la enmienda.

Más de uno se preguntará qué tiene que ver esto con la Iglesia: la seguridad corresponde al Estado. Es cierto, la seguridad corresponde al Estado, pero la Iglesia tiene una poderosa fuerza que puede sacudir a las instituciones para que actúen y devuelvan la tranquilidad.

Esa fuerza está en los laicos y especialmente en los jóvenes, que actualmente están dormidos, replegados sin ninguna reacción. Estos grupos de Iglesia están muy lejos de aquellos movimientos laicos y de jóvenes combativos de épocas pasadas.

La violencia es de todos los días, las ambiciones políticas casi llevaron a un quiebre institucional y los grupos mencionados más arriba ni siquiera un rosario rezaron en la calle por la pacificación o el respeto a la Constitución. Ni se les antojó sentarse y escribir un comunicado.

El único hecho positivo y para elogiar fue la movilización social que hubo para ayudar a los damnificados, en que varios sectores, encabezados por la Pastoral Social Arquidiocesana, lograron aliviar el drama de los compatriotas invadidos por las aguas. Después, todos los acontecimientos se observaron desde la vereda de enfrente.

El próximo 8 de diciembre se pondrá en marcha el Trienio de la Juventud, que antes que meros rituales debe servir como un emprendimiento pastoral de compromiso, protagonismo y de transformación de la sociedad. La Iglesia tiene la suficiente autoridad para mantener en alerta y actividad a los jóvenes, pero para ello sus referentes deben estar permanentemente con el segmento juvenil.

Marcha de la Iglesia

En cuanto a la realidad eclesial, la Iglesia en el Paraguay no crece. Sigue siendo una provincia eclesiástica con un arzobispado y varias diócesis. Los pastores anunciaron hace cuatro años que buscaban la creación de más provincias eclesiásticas y más arzobispados. Sin embargo, por falta de consenso entre los mismos obispos, el proyecto parece estar cajoneado, quizás en el Vaticano o en la misma CEP. Tampoco llegan los nuevos obispos. En ese sentido, Carapeguá vacante y Misiones y Caacupé con pastores renunciantes cumplidos los 75 años, esperan nuevos obispos.

El año pasado el Paraguay tuvo la visita del papa Francisco y ya de regreso a Roma desparramó elogios hacia nuestro país, cuando fue preguntado sobre por qué no hay cardenal su respuesta fue: “Yo diría que se merecería tener dos. Pero no tiene nada que ver con los méritos. Es una Iglesia viva, es una Iglesia alegre, una Iglesia luchadora y con una historia gloriosa”.

Ante semejantes alabanzas todo hacía indicar que una birreta cardenalicia vendría a parar a estos lares. Sin embargo, el anhelado deseo nuevamente nos fue esquivo. Y como se dice en la jerga deportiva, cuando un equipo es eliminado de una competencia, “lo veremos por televisión” el próximo 20 de noviembre cuando sean investidos los nuevo cardenales. ¿Para qué un cardenal? Quizás no sume ni reste. Quizás continuemos con nuestros antiguos pecados o los nuevos que impiden la promoción de miles de pobres.

Un cardenal hubiese sido un aliciente para seguir adelante para decir por lo menos “por fin” y tendría que ser un Papa latinoamericano, el que quiere tanto al Paraguay, el que le regale el purpurado.

Lo cierto es que el Paraguay sigue sin el pan y sin la torta con respecto al derecho que tendría a un purpurado.

El año se acaba y los obispos debatirán los hechos que se sucedieron en el 2016.

La postura que asumirán será de suma importancia para el país, es por eso que la nación, de mayoría católica, una vez más estará atenta a lo que podrán resolver. La sociedad siempre espera que la Iglesia sea factor de cambio y no una institución de rituales o de meras actividades de oficina.

avelazquez@abc.com.py

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