Cura admite manoseo con un seminarista y relacionó el hecho con un estado de angustia

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La situación ocurrió en octubre de 2011, cuando el sacerdote Genaro Orona tuvo un “encuentro fortuito” con un seminarista. En aquella ocasión, el cura recibió al estudiante de teología, con quien se abrazó y se tocaron “la cintura para abajo”. Orona tuvo que hacer un test psicológico y le recomendaron “perfil bajo”. No obra ninguna denuncia en su contra, pero no ejerce el sacerdocio a la espera de un obispo que requiera de su servicio.

“Vamos a tratar el primer capítulo de esta novela”, comenzó diciendo el padre Orona, cuando le preguntamos si fue denunciado por acoso a un seminarista. En principio, indicó que no iba a hablar mucho “porque era una cosa reservada”, pero enseguida aclaró que iba a opinar sobre “un caso aislado de octubre de 2011”.

Cuando le mencionamos que un seminarista se quejó de su persona, porque aparentemente lo habría acosado, el hoy sacerdote sin cargo, aclaró que ese seminarista no se quejó de su persona. “A él lo llevaron a un lugar y le preguntaron de un hecho insignificante que ocurrió. Fue un abrazo, a tal punto que cuando reaccionamos, nos preguntamos: ¿qué estábamos haciendo. Fue un domingo de tarde. Yo había salido de la diócesis de San Lorenzo y vivía en una casa que me prestaron en Ñemby y eso ocurrió y se armó un bolón”, resaltó. Agregó que a partir de aquel “hecho insignificante”, cualquiera iba a huir de lo que hizo, pero él decidió quedarse “para afrontar todo”.

Orona dijo que aquel seminarista –no quiso dar su nombre– fue consultado por sus superiores del Seminario y la Iglesia hizo lo que correspondía. Constituyó un tribunal y en esa instancia, declaró que aquel hecho fue real, mínimo, que no pasó absolutamente nada, fue un supuesto acoso.

Orona dijo que luego de ser interrogado bien podía haber abandonado el país y volvió a repetir: “Me decidí quedar y afrontar por si había denuncia, porque la duda es terrible y es peor que los hechos reales”. Aquella queja del seminarista a sus superiores del Seminario pasó luego a jurisdicción del administrador castrense, Mons. Juan Esteban Ruiz Díaz, del cual dependió cuando quedó sin parroquia, le preguntó del incidente y allí se comprobó que no hubo ninguna denuncia en su contra. “Yo no quería carear el caso porque iba a ser peor”, apuntó.

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Preguntado si el seminarista mintió a sus superiores, Orona dijo que no mintió: “El hecho puntual de tocarnos existió”, aclarando que “fue un abrazo” en un momento difícil, “porque me quedé sin parroquia”.

Ante esta situación, aquel tribunal que estableció Mons. Ruiz Díaz le recomendó: “padre, perfil bajo y me dijeron vamos a seguir adelante porque no hubo cosa grave”.

Orona dijo que nadie vio aquel “abrazo”, el seminarista tampoco magnificó, sino terceras personas, cuyos nombres tampoco quiso revelar. El seminarista a quien abrazó era un arquidiocesano y “mayor de edad” y no menor como se quiso presentar.

Cuando se le preguntó qué quiere decir que hubo el hecho o sea el “abrazo”, reiteró: “Nos tocamos. Él se asustó, se fue y terminó. No pasó nada. Me pidieron un test sicológico y lo hice y se comprobó que no fue por una situación de depresión, sino fortuito”, resaltó.

“Fue un abrazo y nos hemos tocado la cintura para abajo los dos”, dijo nuevamente al explicar el hecho ocurrido con el seminarista. “Eso ocurrió, fue un hecho real. Yo estaba angustiado, hacía seis meses que el obispo me sacó de la parroquia, sin ningún motivo. No me siento atacado ni perseguido”, remarcó.

Actualmente, el padre Orona vive en un departamento en San Lorenzo, que según indicó le facilitó “la providencia”. Está trabajando en prevención de gente adicta a los vicios.

Preguntado si luego del hecho llegó a contactar con el seminarista, respondió que nunca más habló con él y de cómo lo conoció dijo que fue a través de otro sacerdote.

Cuando le hicimos notar que el hecho de tocarse de más, no era normal, Orona reconoció con una gran tranquilidad: “Claro que no fue normal y nunca más se repitió, por eso me pidieron el estudio sicológico”.

El sacerdote no tiene parroquia, pero tampoco tiene una suspensión ministerial: “No estoy incardinado porque no pedí. En mi diócesis original de Córdoba ni en otros obispados nadie se quejó de mí”.

Consultado del resultado del test sicológico, Orona dijo sin ningún problema: “Aquél hecho ocurrió por una situación de tensión por la separación de una parroquia. Era un hecho aislado y fortuito que duró cinco minutos”. Agregó que se llegó a decir que le daba dinero al seminarista, pero que “jamás lo hice”.

Preguntado si piensa volver a ejercer el sacerdocio, indicó que si algún obispo lo llama, feliz de la vida trabajará: “Como cura puedo confesar, dar sacramentos, con autorización del obispo o del párroco”.