Una idea en la que coincidimos es que los valores se enseñan con el ejemplo. “Debemos plantearnos que vivimos en una sociedad que tiene valores poco claros, desdibujados. Desde la infancia, la educación y la influencia del ambiente es muy fuerte en los niños. En este escenario, como padres, es mejor ser un poco más estrictos y ‘cerrados’ de lo que quisiéramos”, inicia la licenciada Vergara.
–Principalmente, lo que preocupa a los padres es lo concerniente a sexualidad.
–Sí, porque es normal que la sexualidad esté despierta en la adolescencia, por el balance hormonal, los cambios bruscos del crecimiento. Esto fue así en todas las épocas de la historia humana. Es elemental que la educación sexual se equilibre con educación en una afectividad sana, el control del carácter y de los impulsos. Enseñar a los chicos que en nuestra realidad es mejor ser selectivos y retrasar la hora de relacionamiento, tanto sexual como afectivo. Por supuesto, como padres debemos tener un conocimiento de anatomía, embarazo, riesgos y planificación familiar, pero, sin educación en valores, en afectos y autoestima, se vuelve exclusivamente educación en placer y prevención. Esto es una educación incompleta y sesgada.
–Enfatizar en valores morales sin ser tildados de anticuados, ¿cómo hacerlo?
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–Lastimosamente, hoy eso sucede. Pero tenemos la posibilidad de explicar y mostrar valores con el ejemplo, y esto nos ayuda a vivir en plenitud. De esta manera, los hijos aprenderán a distinguir valores y antivalores por sí mismos. Que se le llame “anticuado” tiene que ver con rechazar lo antiguo. Sin embargo, no todo lo antiguo es sinónimo de malo. La sociedad sigue en pie, tras miles de años, gracias a los valores que se han sabido cultivar.
–¿Cómo proteger a los hijos de la presión de la propaganda de toda índole que los incitan a “ser libres”?
–Hemos de mostrarnos tolerantes con el adolescente, abiertos al diálogo. No gritar ni ofuscarse, intentar conversar sobre su conducta y que entienda que si necesita ayuda, estamos dispuestos a dársela. A la vez, no temer castigar (no hablo precisamente de castigo físico, sino de quitarles privilegios, como salidas, etc.) si vemos conductas que no van con los valores enseñados. Gracias al diálogo, no nos verán como dictadores, sino como padres que queremos lo mejor para ellos. A la larga, lo agradecerán, aunque suene “anticuado”.
–Hay padres que pierden el control y el respeto de sus hijos. ¿Por qué? ¿Es posible recuperar la jerarquía familiar?
–Principalmente, ocurre porque no encarnan los valores que dicen transmitir, y no hacen respetar los límites que ellos mismos establecen. Otro punto, hablar demasiado todo el tiempo, plaguearnos, hace perder el respeto. Todo esto se resume en no lograr un verdadero rol adulto. Cuando se trata de temas de su educación, debe ser con límites y pautas claras, haciéndolas cumplir, hablando de frente y reservando un momento adecuado para ello. Es posible reiniciar la jerarquía familiar si los padres vuelven a ser los que toman las riendas de la situación en la casa.
–¿Qué define a un padre/madre exitoso?
–Ser padres coherentes, que viven lo que quieren enseñar. Firmes y a la vez amorosos. Con metas bien definidas para los hijos, sin sobreprotección ni impedimentos para que vivan sus propios aciertos y errores. Los buenos padres-educadores limitan sin ser tiranos. Ser exitoso es alcanzar el equilibrio al educar.
–Hay padres que hacen chistes o lanzan indirectas para contactar. ¿Qué nos ayuda a la hora de tocar un tema difícil?
–No escandalizarse por nada. No juzgar prematuramente las situaciones, no demostrar pérdida de control. No mentirles, tratar de hablar con la mayor verdad posible teniendo en cuenta su edad. Los juegos y chistes sirven para distender y hacer más fáciles algunas situaciones, pero hay que recordar que los padres no son amigos de los hijos, sino siempre padres.
–¿Cuál es el mayor riesgo para la educación en valores?
–Existen los antivalores disfrazados de valores. Ejemplo, en nombre del amor, la promiscuidad sexual. El amor de pareja sin fidelidad y sin compromiso, no es un valor. Es importante tener cuidado en este aspecto. Misma cosa pasa con la libertad, la amistad, la generosidad y otros valores. Enseñar a los hijos a tener suficiente criterio propio para no dejarse manipular con discursos de antivalores disfrazados de valores.
Chicas y varones: misma dignidad
“La educación considerando el sexo de los niños es un tema bastante espinoso. La ideología de género, por citar, dice que las niñas son iguales a los niños y debería esperarse lo mismo de ambos. Esto no es así. Las mujeres actúan igual que los hombres en algunas cosas; en otras, no. La igualdad en la dignidad humana está justamente marcada por los valores de cada sexo. Sin embargo, la educación está expuesta a riesgos diferentes en la sociedad actual. Aun así, como los valores son universales, son igualmente deseables para ambos sexos. Por ejemplo: a las mujeres se les enseña a cuidarse a sí mismas, pero a lo hombres no tanto. El feminismo resuelve este problema diciendo que no es necesario cuidarse a sí misma, sino exigir leyes que castiguen al varón sin tener en cuenta su presunción de inocencia. En realidad, esto es al revés: se soluciona educando con idénticos valores a ambos. Hay que enseñarles a los hombres también a respetarse a sí mismos en su propia dignidad humana, y así respetarán también a las mujeres. A los hombres no se les enseña a ser selectivos, autocontrolados, y creo que es un craso error de nuestra cultura. Repito: los valores y su efecto positivo son universales, cuantos más valores para ambos sexos, mejor.
–¿Qué valor se afianza en la adolescencia?
–La voluntad de dirigir su propio destino por sobre escuchar a los demás. Por eso es fundamental educarles respetando margen de autonomía; de lo contrario, se va a crear una barrera grande en la comunicación.
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