Hoy el Instituto de Previsión Social cuenta con más de 1.650.000 asegurados, entre titulares y familiares, más de 58.700 jubilados y más de 17.700 funcionarios. Cada uno de estos grupos no logra hallar un servicio óptimo en la previsional, pese a los avances, que también están salpicados por sospechas de hechos de corrupción y despilfarro de recursos.
“Un problema de salud depositó a mi hermana en la sala de urgencias del Hospital del IPS. Acudí a visitarla y la primera impresión que recibí fue la deplorable visión que ofrecían los sufrientes pacientes de diferentes etiologías, hacinados y gimientes. Más que la realidad misma parecían escenas de los círculos del infierno de Dante en la Divina Comedia. Esa gran feria del dolor de seres humanos postrados y exponiendo impúdicamente algunos su postrer agonía, otros el calvario de sus dolorosas convalecencias, pero todos oprimiendo la razón y el sentimiento, me recordaron los campos de concentración nazi de la Segunda Guerra Mundial”, comenta Juan Blanco, que expone hasta con poesía el sentir de los que solo pueden acudir al IPS.
Los asegurados como Juan Blanco reclaman más humanidad, más eficiencia y menos corrupción, sin embargo, la realidad se contrapone a cualquier avance. Las cuentas no son totalmente claras en el instituto y las denuncias de malos manejos acechan y acrecientan el malestar general de una población que exige compensaciones por sus aportes.
En todas las dependencias del IPS ubicadas en todo el territorio nacional las falencias son las mismas, y el reclamo es constante, pero las acciones para responder son limitadas e ineficientes. Y en estas condiciones tampoco se perfilan visos de solución a corto ni a mediano plazo.
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