Rosa Ramona Riquelme Cardozo nació en Gral. Delgado, departamento de Itapúa. De familia numerosa (8 hermanos), su padre es agricultor y su madre, maestra, “una de las más antiguas del país”, destaca. A los 5 años, un accidente con una lámpara de kerosene que le afectó principalmente el rostro, cambiaría su vida. “En mi inocencia y llena de miedo, ese día, después de quemarme (mi mamá siempre nos advertía no estar donde se prendía fuego), me escondí por varias horas hasta que me encontraron en un rincón de la cocina. Me llevaron al hospital de Encarnación, donde viví durante 2 años”. Hoy, si algo precisa rescatar Rosa de lo que ocurrió, es la educación basada en la confianza: “Está bien advertir a los hijos sobre los peligros, pero además tiene que haber una brecha de amistad en la relación, para que los niños, en la circunstancia que fuere, puedan recurrir a sus padres”. El tiempo de la escuela fue para ella el primer gran desafío social, sufrió miradas, soportó apodos crueles, sintió el rechazo por sus cicatrices. “Fue complicado a lo largo de toda mi formación académica. La gente no perdona las deformidades físicas. Como mujer adolescente padecí las burlas de los muchachos. Y también en el Senado, según me comentaron, se llegó a decir que necesitaban alguien “más presentable, linda”. A pesar de todo, salí adelante. Soy una persona muy particular, directa, sincera. Logré cultivar la amistad y también el amor de pareja (pero casarme nunca estuvo en mi hoja de ruta). Hoy, por supuesto, apoyo 100% las campañas contra el bullying, aunque tengo mi manera de entenderlo; los padres tienen mucho que ver. Hay padres con complejo de superioridad, y eso lo absorben sus hijos, por eso desprecian a otros por ser gorditos o tener otro color de piel. Yo, en la clase de danza clásica, tengo compañeritas de 9 años, a algunas les parezco rara, pero la mayoría me admira; eso es lo más bueno”.
Renacer tras el freezer laboral
Rosa es abogada, promoción 2015-UNA y profesora, con énfasis en ciencias sociales (UCA). Trabaja en el Congreso Nacional desde el año 91. “No te voy a mentir, uno entra por recomendación en la función pública; y no sé hasta qué punto los concursos serán tan ecuánimes o creíbles. Yo entré porque mi padre, colorado chavista (contrario al cuatrinomio de oro), había sido echado de la seccional colorada de Gral. Delgado, pero tras el golpe de Estado, el grupo disidente retoma la seccional; ahí yo comencé a trabajar con ellos, específicamente con el Dr. Félix Argaña, una persona muy decente dentro del Partido. Después de muchas promesas de que se iban a barrer la corrupción y los jóvenes tendríamos la oportunidad de trabajar, nada de eso pasó. Entonces vine a Asunción con mi título de bachiller y el haber trabajado en política partidaria”. Estando en la capital, sin embargo, primero hizo un año de tratamiento con un reconocido médico especialista en cirugía plástica y reconstructiva. Luego consigue entrar en el Congreso Nacional como auxiliar de archivo, “lo conseguí después de largos plantones, finalmente senadores de mi departamento me consiguieron una entrevista con el Lic. Díaz de Vivar y accedí al puesto con un sueldo de 150 mil guaraníes”.
A lo largo de los años, Rosa se sometió a distintas cirugías reconstructivas. Paralelamente su dedicación full time laboral la elevó a jefa de la sala de sesiones del Senado, donde estuvo por 4 periodos consecutivos. “Hasta que en julio de 2012, el senador Oviedo Matto me manda con el Srio. de la Cámara, Juan Vera Godoy, y me dice que termina mi función en la sala del Senado y que me ofrecía otro rubro en el Congreso. Como decimos, me enviaban al freezer. Pedí explicaciones, incluso un sumario, quería saber el fundamento de esa medida. No hubo caso, me dijeron que fue un pedido del abogado Darío Garcete Souza (ya retirado con una buena jubilación del Estado paraguayo). Me pareció injusto después de haberle dado mi vida al Senado, acompañando cada una de las diversas crisis políticas que pasamos”. Todavía queda enojo e indignación en Rosa, quien ejerce actualmente como archivista, “me echaron como a una delincuente y luego supe que era para darle el lugar a Karen Nacimiento, no sé si te acordás de ella (caso video íntimo de Galaverna)”. Pero resalta, “raramente tengo que agradecerles a esos señores, porque para no caer en depresión, empecé a hacer danza terapia con la profesora Mary Carmen Ávila Cardozo; ella, después de un tiempo, me dijo que yo calificaba para la carrera. Renovada y sin estrés, ya estoy a punto de recibirme de profesora elemental de danza. Bailo folclore paraguayo, pero ya me inicié en la danza clásica y soy oyente de baile español”. Rosa hace también realidad un sueño de niña, “siempre me gustó el arte, pero como tantas chicas del interior, no tuve la oportunidad de ir a una academia. Ahora estoy entusiasmada, me presenté en 3 concursos y en cada uno gané. Mi próximo destino es Orlando (EE.UU.), voy a bailar danza paraguaya (dentro de la categoría senior, danza étnica), en el campeonato All Dance International World 2018, en noviembre en el Hotel Hilton.
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El amor por el arte fue para Rosa una panacea. Paralelamente a su lucha por suavizar o borrar sus heridas no solo físicas, supo elegir siempre la enseñanza de destacados profesores: “Admiro a nuestros grandes artistas. Me gustan los intérpretes paraguayos, por ej. Francisco Russo o el maestro Kamba'i. Yo incursioné en varios campos artísticos: piano con Nidia Paniagua, vocalización y canto con Ñeca González, guitarra con Violeta de Mestral, hice teatro en Arlequín, aunque, de todo, opté por la danza por mi edad: era ahora o nunca más”.
Desde su mirada
Rosa se describe en la lucha diaria como una mujer fuera de serie, “no te hablo de ninguna superioridad, sino porque soy muy frontal, no me gusta la hipocresía. Me mata la insensibilidad social, los chicos que se drogan, quiero hacer algo, pero ¿cómo? ¿qué? Siempre viví en el centro de Asunción, nunca tuve auto, antes me gustaba salir en bicicleta o a caminar en mi barrio. Ya no puedo hacerlo por la inseguridad, y eso que estoy a una cuadra del Congreso, la Vicepresidencia y el Palacio de López”, reflexiona.
Desde tu puesto público, ¿cómo ves la próxima gestión? "Yo en el Congreso soy un bicho raro. Hablo con mis compañeros -que no son diputados ni senadores- y critico lo que no me parece bien, ¿no viste el estacionamiento que se está haciendo en la Costanera para los funcionarios del Congreso? No sé por qué el funcionario del Congreso tiene que tener privilegios (me dijeron que es porque donde se diseñó el estacionamiento, en el subsuelo, se inunda; pero eso no anula mi pregunta) En muchas cosas no coincido". Rosa se declara una enamorada del Paraguay, “no me iría a vivir a otro país, pero si tuviera que hacerlo me iría a Uruguay”. Sobre el nuevo periodo trasluce una lánguida esperanza de cambio: “A estas alturas se han perdido muchos valores esenciales. Ojalá el señor Abdo Benítez cumpla todo lo que prometió, aunque ya al ponerle a su hermano (Benigno López) como ministro de Hacienda, con lo que fue su administración en IPS... Pero es el gobierno electo por la mayoría”.
Vamos finalizando la charla. Rosa nos recuerda que fue nombrada hace pocos años en un editorial de ABC, donde la destacaron por su honestidad como funcionaria de carrera.
Se despide para volver a su pasión artística, que le absorbe la mayor parte de su tiempo. “A mi edad sé que ya no voy a ser primera bailarina, pero puedo cambiar mi vejez. Estudiar danza no es barato, pero si uno tiene hijos lo recomiendo, no hay forma más saludable de educarlos y formarlos”.
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