"En la vida hay que reír y perdonar"

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Con inextinguible vitalidad, Aura Souza Lobos de Bendlin nos recibió en su casa. A punto de cumplir 104 años, se prepara de la manera que más le gusta: junto a sus 7 nietos y 19 bisnietos. "Para las próximas fiestas espero un apretón de manos y un saludo cariñoso", adelanta.   

Aura nos recibió amablemente. Dice que le gustan la gente y la alegría. "Antes, con mi marido íbamos a bailar, ¡qué hermosos años! Pasábamos las fiestas en el Hotel del Paraguay. Qué divertidos eran esos alemanes…", rememora Tota, y retorna rápidamente a la realidad: "¿Para qué me querés entrevistar? Soy una mujer como todas". Tota está de cumpleaños el 23 de diciembre; Margarita, su hija y compañera inseparable, le da ayuditas de memoria durante el encuentro. "Margarita, ¿cuántos años cumplo? Ah, 104. Poné bien en tu artículo; ni más ni menos, no me gusta la trampa", dice muy en serio.   

–¿Cómo recibe este próximo cumpleaños?   

–Estoy muy bien, y me quiero morir hoy mismo. E’a ¿por qué me miran así? Quiero estar allá feliz en el cielo y que mis nietos construyan casas bien altas para que me den la mano.   

–Nos contaron que se derrite por sus bisnietos   

–¡Ay, estoy loca por ellos! Me cuentan que nacieron 3 más, el más chiquitito mama todavía, ¡chúlina! Lo que deseo para todos es que se casen bien.   

–No la veo usar anteojos, ni audífonos, tiene una salud envidiable   

–¿Qué me querés decir? ¿qué soy vieja? Ya no leo más, a la noche veo mis novelas, pero estoy por dejar porque todas son de villanas.   

–Quiero decir que está increíblemente bien. ¿Se va a comprar un vestido nuevo para su cumpleaños?   

–¡Sí, uno escotado, bien cortito (ríe pícara). Digo nomás. Me gustan los vestidos con colores alegres, si puedo uso con flores.   

–¿Cómo anduvo este año? ¿qué tal el dengue?   

–¿Mba’éiko la dengue? ¿un baile?   

–(Toma su jugo y come un trocito de bizcochuelo de chocolate) Tota, ni siquiera tiembla   

–¿Cómo voy a temblar si no sé lo que es? Lo que a mí me gusta es bailar y bailar, pero polca, nada de eso moderno que viene ahora.   

–¿Le gusta la Navidad? Hay gente que se pone triste   

–¡Me encanta la Navidad! ¡Cómo tristes, mi hija querida, si es el nacimiento de Cristo!, la gran esperanza. Él nos dio tantas cosas lindas que no sabemos aprovechar.   

–¿Va a pasar con su numerosa familia?   

–Voy a pasar en mi casa, ya no me gusta salir. Yo me quedo calladita, escuchando música santa. ¿Sabes cómo se llama eso? Diplomacia. Con la familia hay que ser diplomático, dejar que cada uno pase como quiera. No me gusta molestar.   

–Tu hija te cuida de lujo.   

–¡O si no le reto! (sonríe) No, bromeo nomás. Yo nunca me enojo con nadie, todos tenemos alguna cosita, mejor olvidarse de lo feo. ¿Para qué esa subida de sangre? Enojarse te trastorna de balde.   

–La filosofía del amor parece ser el secreto de su excelente estado   

–Gracias a Dios todos me quieren. Es justo, yo los traje a todos al mundo. Somos una familia grande.   

–¿Qué le gustaría que le regalen?   

–Nada, nada, a mí me gustaría regalarles cosas a mis nietos. Para mí quiero un saludo, un apretón de manos. Yo saludo a todas las personas, aunque no las conozca.   

Lógicamente cansada por los años, Tota sigue en pie y agradecida por todo lo que la vida le ha dado. "Miento si digo que soy pobre, mi familia vale oro", afirma. Nació en Luque en 1907. Durante la nota recordó con admiración a sus padres, "papá era liberal, militar, abogado y juez, recto e intachable"; a su madre le atribuye una gran religiosidad, "mamá me decía que si jugaba era porque Dios lo permitía". Hasta hace un par de años, Tota solía jugar a la canasta con otras señoras un poco menores que ella, porque sus amigas ya partieron, "sí, le solíamos estirar las orejas a Jorge" (jugar a las cartas), recuerda nostálgica. De oficio le gustaba la costura, "cosía para mis hijos, pero me hubiera gustado hacer ropa para vender", dice pensando en voz alta. Mediante la fortaleza de la fe, superó sus dos más grandes pérdidas: su hijo, el basquetbolista Gustavo "Chino" Bendlin, fallecido hace 39 años y, poco después, la de su marido, Gustavo Bendlin. La vida continuó y Tota supo ir adaptándose a todo. O a casi todo, "eso de las computadoras sigo sin entender, no entra en ningún lugar de mi imaginación. No importa, igual vivo bien". Con esta señora de 104 años se puede conversar variadamente, incluso de la realidad nacional: "¿Decís que Lugo era obispo y ahora es presidente del Paraguay? Ah sí, leí en los diarios. ¿Pero… y quién se quedó como obispo?". Sus salidas, llenas de creatividad, dieron un toque especial al encuentro. Margarita comenta que la buena salud de su madre radica en que, le dijo el médico, mantiene estable la presión. Doña Tota Bendlin, mujer paraguaya, va cerrando la nota con receta propia: "Para ser feliz hay que reír y perdonar".   

–¿En comida se permite de todo?  

–Sí, lentejas, sopa paraguaya, carne, postres, aunque estoy un poco gorda, sabés. Con uno de mis nietos, tomo uno o dos vasitos de cerveza cuando hace mucho calor.   

–Muchas gracias por habernos recibido, por arreglarse, hasta fue a la peluquería.   

–Sí, me fui para estar prolija. Este siempre fue mi tono de cabello, nunca fui rubia, y a estas alturas nadie me va a cambiar.
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